EL PAíS
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Sentido común
› Por Maximiliano Montenegro
Washington vendió la idea de que el default con el Banco Mundial significaría una catástrofe, porque Argentina dejaría de recibir 1200 millones de dólares en préstamos para financiar planes sociales. Sin embargo, a ese enunciado le falta un pequeño detalle: esos créditos no sería desembolsados mañana sino a lo largo de los próximos cinco años. El año próximo, por ejemplo, solo ingresarían 230 millones; en el 2004, otros 350 millones y así. En cambio, para aspirar a esos desembolsos, Argentina debería desembolsar hoy (literalmente) 750 millones de dólares para cubrir un vencimiento del mes pasado, mientras que en enero debería oblar varios cientos de millones más para cubrir los vencimientos de diciembre, además de una megacuota al Fondo Monetario de más de 1000 millones de dólares. Como vienen las negociaciones con el Fondo, habrá que seguir abriendo la billetera de las reservas por lo que resta del verano.
No hace falta ser un cráneo de Harvard para darse cuenta de que no cumplir con el Banco Mundial no es una señal de rebeldía, ni siquiera un muestra de autonomía política, sino una cuestión de austero sentido común.
Más aún, 750 millones de dólares hoy, a la tasa de interés que cobra el Banco Mundial (Libor más 2 por ciento), es casi equivalente a 1200 millones distribuidos en cinco años. Vale la aclaración, por si algún a algún funcionario audaz, pero con criterio, se le ocurre proponer que esa porción de las reservas vaya a financiar planes sociales que supuestamente quedarían desfinanciados.
Sin embargo, la segunda falacia es creer que, después del default, Argentina no podría solventar con recursos presupuestarios los 29 planes sociales que actualmente financia el Banco Mundial. Por ejemplo, los 230 millones de dólares necesarios el año próximo podrían reemplazarse con una partida extra de 800 millones de pesos. No es una cifra exorbitante, ni mucho menos, en un Presupuesto de 60.000 millones. De hecho, Lavagna planeaba dejar 3500 millones de pesos de libre disponibilidad en el presupuesto del año venidero, por si acaso. En términos conceptuales, suena más razonable financiar gastos corrientes (sólo el 20 por ciento de los proyectos del BM son inversiones) con algún esfuerzo extra por el lado de la recaudación, que con préstamos.
Finalmente, a nivel micro, la devaluación dejó cierto margen de maniobra, a corto plazo, con los proyectos solventados con créditos internacionales. Porque ya se hicieron desembolsos en dólares, que se irán utilizando en los próximos meses. Pero como esos planes están presupuestados en pesos, pero ingresaron dólares, la diferencia cambiaria permite tirar unos meses extra antes de recurrir a la sustitución de préstamos importados por erogaciones del Estado nacional.
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