Mar 31.12.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Obreros al poder

› Por Luis Bruschtein

Algunos creen que las cosas se mantienen igual hasta que de repente cambian. Aseguran que Lula no cambia nada. Imaginan el cambio como un príncipe azul, una visión reveladora o una mítica inundación de luz. Son tan tontos que mientras esperan esa visión fantástica no pueden ver los cambios reales, no pueden festejar las victorias cotidianas. Y son tan ciegos que no pueden ver los procesos fantásticos que se dan en la realidad como es que Brasil tenga un presidente obrero.
En la realidad no hay nada garantizado. En realidad, los que nunca se equivocan son los que nunca arriesgan, los que nunca inciden en la realidad ni serán capaces de producir algún cambio, los que han pasado indemnes y ajenos por épocas de duras luchas sin dejar una señal, ni una marquita en la memoria de sus pueblos, no arriesgaron porque no tenían garantizada la victoria.
Lula tampoco viene con garantía y seguro contra incendios. Las ciencias sociales no son ciencias exactas, por gracia o desgracia, son bastante más complejas y abiertas. Lula presidente cierra un ciclo y abre otro escenario, la lucha fue llegar y la lucha será ahora gobernar, triunfó en un escenario y se apresta para dar pelea en el que sigue, donde el resultado tampoco está garantizado y depende de las poderosas fuerzas en juego.
Más allá del resultado de la etapa que comienza, es difícil que se pueda opacar el cambio profundo que significó el ascenso de un obrero metalúrgico de izquierda a la presidencia del país más grande y rico de América latina. Durante décadas la cultura neoliberal dominante sólo reconoció en este continente a la política de laboratorio, la de los técnicos de Harvard o Chicago de la derecha y el centroizquierda, hasta la izquierda de laboratorio de los pequeños grupos de intelectuales.
El fenomenal movimiento de masas y contracultura que motorizó en todo Brasil el Partido de los Trabajadores que dirige Lula fue capaz de derrotar esos paradigmas del neoliberalismo. No fue un fenómeno mediático como el centroizquierda argentino, ni discursos de izquierda de laboratorio, sino un arrollador proceso donde participaron centrales obreras, movimientos campesinos, estudiantiles y profesionales, capas medias y sectores de la burguesía, católicos, protestantes y umbandistas para llevar a la presidencia a un obrero, petiso, con su buena panza cervecera, sindicalista y de izquierda.
Lula ganó rompiendo la cultura política de laboratorio del neoliberalismo ya sea de derecha o de izquierda, con un movimiento de masas con profundas raíces sociales, con convicción e inteligencia política. Es un hito que dejará su marca en América latina.

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