Jet lag. No es nada sencillo adaptarse a un viaje relámpago a China. A las horas perdidas de sueño durante el largo vuelo se suman los efectos de la enorme diferencia horaria. El resultado es que se pasa todo el día muerto de cansancio y cuando llega la hora de ir a la cama apenas si se puede dormir algunas horas. Viene el desvelo y más pronto que tarde hay que volver a trabajar. Cristina Kirchner contó la fórmula que había utilizado para contrarrestarlo: una hora de cinta –“aunque a un nivel más bajo de lo que lo hago normalmente”– y un té de tilo. Así y todo le costó dormir y hasta llegó a ver un rato del partido España-Holanda, que acá comenzó a las 2.30 de la madrugada.

Autos. Pese a las gestiones que viene haciendo Franco Macri para que lleguen a la Argentina, no se ven muchos autos de fabricación china por las calles de Beijing. Son amplia mayoría los Volkswagen, Toyota y Hiundai, como en cualquier ciudad del mundo. Un párrafo aparte se merece el tránsito, una especie de orden dentro del caos, con cruces de avenidas en las que se puede doblar para cualquier lado e incluso no es raro ver alguno que otro auto de contramano, todo frente a la impávida mirada de los policías.

Fotos. Los sitios turísticos de Beijing están por estos días invadidos por chinos que vienen de visita del interior del país por las vacaciones. Ayer, salvo excepciones, recorriendo la Muralla China sólo se veían turistas locales. Poco acostumbrados a los rostros occidentales, algunos pedían sacarse fotos cuando se cruzaban con algún visitante. Así, algunos periodistas argentinos pudieron sentirse Lionel Messi por un día. En Beijing, donde ya están acostumbrados al turismo, esto ya no sucede.

Camisetas. A propósito de Messi, sin temor a caer en un falso nacionalismo, hay que decir que dentro de las muy pocas camisetas de fútbol que se ven por las calles las de Argentina son amplia mayoría. Incluso ayer cruzó por el centro de Beijing un equipo completo de chinos que se trasladaban en motos con las camisetas argentinas y los nombres y números de los jugadores que estuvieron en el Mundial, incluyendo algunos “raros” como Samuel y Palermo. Obviamente, en la Muralla –como en todo el mundo– ayer se vieron banderas de los felices campeones españoles.