EL PAíS
• SUBNOTA › LOS CUIDADOS A LAS CRIATURAS NACIDAS POR EL METODO DE LA CLONACION
Igual que la oveja Dolly pero con riesgos
Por E.F.
Los científicos tienen ciertas dudas sobre la veracidad de las clonaciones obtenidas por los raelianos pero no ponen en tela de juicio la existencia de los experimentos. Xavier Vigneau, investigador en el laboratorio de biología del desarrollo, reconoce que “desde que se consiguió la clonación de un mamífero (la oveja Dolly), la comunidad científica sabía que la clonación de un ser humano sería posible muy pronto. Hacen falta fabricar cien embriones clonados para que nazca un bebé normal. Hasta el octavo mes se observan malformaciones mortales en el feto. Si se consiguen dos nacimientos, es casi seguro que uno de los niños morirá”.
El método para clonar un ser humano es el mismo que se empleó para la oveja Dolly. Jean Paul Renard, investigador en el Instituto nacional de investigaciones agronómicas, explica que “para clonar un ser humano se necesitan 120 mil dólares de material y un equipo de cinco personas, es decir, un grupo de científicos que conozca las técnicas de procreación asistida y otro especializado en la clonación animal”. Fuentes concordantes explican que existen unos mil científicos en el mundo capaces de duplicar un hombre. Los raelianos argumentan que sus intentos alcanzaron un porcentaje exitoso del 50 por ciento. La científica francesa que dirige Clonaid afirma que la empresa “desarrolló 3000 embriones de vacas y 300 embriones humanos antes de decidirse a clonar”. Los científicos consideran que Rael y sus seguidores tuvieron que reclutar más de 45 mujeres para obtener la primera clonación. “En realidad –confiesa un científico francés bajo anonimato– para reproducir un ser humano hay que contar con un ejército de hombres y de mujeres de donde se extraen las células y los ovocitos necesarios.”
La clonación, hilo argumental de películas famosas y novelas de ciencia-ficción, parece haberse vuelto un hecho. Pero gracias no a una aventura puramente científica sino a una secta instalada en Canadá que financió enteramente el proyecto. El profesor Didier Sicard, presidente del Comité Nacional de Etica, juzga que “la clonación es un retroceso en relación con el ser humano y la reproducción mediante el sexo. La fabulosa lógica genética de la reproducción sexual permite a dos seres humanos crear un tercero, el cual tiene un destino que nunca antes existió. La clonación equivale a renunciar a la aventura humana, es la certeza de un miserable encierro”. Sicard trabajó mucho para que las Naciones Unidas adoptaran en abril del 2002 un texto que prohíbe la clonación internacional. El intento no tuvo éxito a raíz de la posición de Estados Unidos y del Vaticano, ambos opuestos a todo tipo de clonación, es decir, reproductiva o terapéutica. Por lo pronto, los científicos aducen que es más que legítimo “preocuparse por la salud de los bebés clonados”. Nada garantiza que la salud de Eva y los otros clones garanticen una esperanza de vida razonable. Cuando se observa el crecimiento de los animales clonados, ninguno de ellos conoció un desarrollo sin sobresaltos: esos animales sufren de anomalías del corazón, obesidad, tienen problemas respiratorios, formaciones defectuosas en los pulmones, afecciones en el hígado, padecen de envejecimiento prematuro y tienen un sistema inmunitario por demás deficiente.
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