EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Alejandro Vanoli *
La preocupación que surge del discurso de Biolcati por la pobreza –con algunas frases que denotan ciertos progresos de forma y contenido para necesario consumo de cierta clase media que ¿quizás? todavía se espante si no hay algo de disimulo– tiene un diagnóstico entre ambiguo y falaz y un reclamo práctico antiético con esa supuesta preocupación.
Ambiguo, porque ensalza el primer Bicentenario de crecimiento inestable y excluyente. Más que excluyente de trabajo sin descanso, pago en bonos, y que culminó a fines del centenario en la violencia de la Forestal y la Patagonia Trágica.
Se destacó que la declinación es en la segunda mitad del siglo XX en una larvada crítica tradicional del antiperonismo histórico. Más larvado que otras veces quizá para que puedan disimular supuestos peronistas asistentes al acto. Tan alejados del verdadero peronismo que con aciertos y errores caló a fondo en los olvidados de siempre, más allá de traiciones funcionales en 1955 y 1976 a quienes no dejaron en pie ni un solo ladrillo que fuera peronista aunque fueran para hospitales. Lo cierto es que durante el peronismo es cuando la sociedad fue más igualitaria con picos entre 1949-51 y 1974.
Falaz, porque la declinación en cambio surge evidente tras el golpe militar de 1976. La desigualdad se amplifica durante los 25 años de neoliberalismo. Políticas de ajuste y empobrecimiento aplaudidas desde la Sociedad Rural Argentina (SRA) que ensalzaron un continuismo antipopular que va desde Uriburu pasando por Aramburu y Onganía hasta Videla.
Tribuna donde fueron denostados Yrigoyen e Illia y silbado Alfonsín, cosa que olvidan algunos radicales, y aplaudido no sorprendentemente Menem; más allá del record de remates y quiebras de campos en los años ‘90.
El discurso no recogió que desde 2003 se redujeron sensiblemente la pobreza y la indigencia. Y que si no se pudo avanzar en una mayor redistribución de ingresos fue por la oposición de la Mesa de Enlace y la nueva derecha neomenemista y neodelarruista. Nueva derecha que rindió pleitesía la semana pasada a contramano de un gobierno que recuperó la dignidad de la política y su servicio a los más débiles, en detrimento del lobby de las corporaciones.
En cambio, la Asignación Universal por Hijo, el aumento record del salario mínimo y de las jubilaciones fueron concretados por el proceso iniciado en 2003. Avanzar en una reducción de la pobreza implica rechazar las propuestas de desfinanciamiento del Estado, rebajando las retenciones a las grandes exportadoras y pooles de siembra sojeros.
Sólo se combate eficazmente la pobreza con un modelo de desarrollo y con políticas sociales. Y un modelo de desarrollo requiere transferir rentas extraordinarias a favor de los más pobres.
No puede haber combate eficaz a la pobreza sin un Estado que asegure salud, educación, trabajo para todos. Políticas de estado e inclusión que no pueden ser reemplazadas por sociedades ni damas de beneficencia compasivas –¡notable retroceso pre Evita!– ni discursos para la tribuna. Los grandes productores pueden contribuir, si hay voluntad de atacar la pobreza, subiendo los sueldos de los peones rurales, blanqueando trabajadores y pagando impuestos en forma acorde con la capacidad contributiva.
En lugar de generar una agenda al servicio de los sectores más privilegiados, cierta oposición debe contribuir a profundizar un modelo productivo y redistributivo en línea con las políticas nacionales y populares. Contribuir a lograr el objetivo del gobierno nacional, que la relación entre el capital y el trabajo sea un 50 por ciento en cada caso. Objetivos y políticas que nunca cosecharon aplausos en la Rural, pero sí le dieron felicidad al pueblo.
* Presidente de la Comisión Nacional de Valores.
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