EL PAíS
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Fue porque quiso
Por HV
Ni siquiera era cierto que el reglamento de protocolo que el jefe de Estado Mayor del Ejército invocó para defender su participación en las honras fúnebres al ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri estableciera tal obligación. El general Ricardo Brinzoni participó porque quiso.
Las disposiciones para el velorio y el entierro de personal fallecido forman parte de la sección VIII del reglamento. Según su artículo 4.033 los honores fúnebres corresponden a todo el personal militar, en actividad y en retiro. Además se le rinden honores al presidente y vice de la Nación, al ministro de Defensa, al Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y al Jefe de Estado Mayor del Ejército. Galtieri fue presidente de facto y comandante en jefe, cargo hoy inexistente que forzando la interpretación podría homologarse al de Jefe de Estado Mayor. Las formalidades previstas en el artículo 4.034 incluyen para todos los militares, en actividad o retiro, bandera, gorra y sable; guardia de honor, escolta, servicios religiosos, formación de tropas, comisión oficial, salvas de honor, palabras de despedida, toque de silencio y bandera a media asta.
El artículo 4.040 se refiere a la “Comisión oficial” que acompañará hasta su última morada a todo militar fallecido. Estará compuesta por tresmilitares, según un orden de prioridades que ya excluía a Brinzoni, porque no es de la misma promoción ni estaba en la misma situación de revista de Galtieri. Tampoco lo obligaba a nada el artículo 4.045, acerca de la responsabilidad en las formalidades, que en el caso de retirados muertos en la Capital corresponde al jefe de la guarnición Buenos Aires. El artículo 4.042 regula las palabras de despedida durante la inhumación de los restos. Si Galtieri hubiera sido despedido como Presidente de la Nación, quien hubiera debido perorar en su honor hubiera sido el ministro de Defensa.
El protocolo contempla que uno de los Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas despida al Jefe de Estado Mayor Conjunto, pero nada específico dice respecto de la despedida a un Jefe de Estado Mayor. En consecuencia, se aplica lo prescripto para cualquier oficial. Según el mismo artículo 4.042 los restos serán despedidos por un oficial o suboficial en actividad, del mismo grado y la misma promoción del fallecido. Este doble requisito era imposible de cumplir, ya que sólo hay dos oficiales en actividad del mismo grado que Galtieri (Brinzoni y el Jefe de Estado Mayor Conjunto Juan Carlos Mugnolo) pero ninguno es de la misma promoción, porque son veinte años menores que el Héroe de las Malvinas. “En caso de no contarse con dicho personal, hará uso de la palabra quien sea designado por el jefe de la guarnición correspondiente”, concluye el reglamento. O sea, cualquiera.
Está claro que le rindió honores porque quiso, no porque estuviera obligado. Acerca de las motivaciones que guían su voluntad un claro indicio se encuentra en un episodio que Brinzoni protagonizó dos semanas antes del sepelio de Galtieri: el almuerzo de camaradería del Foro de Generales Retirados, servido en la Dirección de Remonta y Veterinaria. Brinzoni, quien tampoco estaba obligado a asistir, presidió la mesa y a los postres dijo que ese encuentro con el grupo que reúne a más de un centenar de generales de la dictadura ratificaba “la existencia del Ejército de siempre, cuyos integrantes en actividad y en situación de retiro siguen siendo consecuentes con ideales que permanecen inmutables a través del tiempo”. Los únicos cambios que se introducen, agregó este autoproclamado “general de la democracia”, obedecen a la necesidad de adecuarse a la evolución científica y tecnológica pero “el soldado argentino sigue siendo el mismo, el de ayer, el de hoy y el de mañana”. El de Margarita Belén, Palomitas, el Campo de la Ribera, la Escuelita y el Campito.
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