Dom 24.10.2010

EL PAíS • SUBNOTA

Los escenarios de ballottage

¿Cuál es su pronóstico respecto de una eventual segunda vuelta en 2011?

Doris Capurro: En los sondeos de opinión pública, realizados en este mes por la consultora Ibarómetro a nivel nacional, se ratifica la tendencia de los últimos meses. Surge claramente que, si las elecciones fuesen hoy, Néstor Kirchner ganaría en todos los posibles escenarios de ballottage. Aunque es cierto que hay una alta cuota de indecisos que, hoy y según los escenarios, varía entre el 30 y el 45 por ciento (ver gráficos).

La mayoría de los analistas de los medios opositores trata de instalar la idea de que un ballottage se parece al escenario de 2003, en el que Carlos Menem no tenía ninguna chance de ser votado. La enorme diferencia entre entonces y ahora es que, en ese momento, Menem aparecía como el responsable de la alta tasa de desocupación (casi 15 por ciento), del desmantelamiento de la industria nacional, de las privatizaciones, del cierre de ferrocarriles, del endeudamiento y de la dependencia del Fondo Monetario Internacional. Hoy, en cambio, Kirchner es un candidato que ofrece mayores certezas sobre la continuidad del cambio positivo iniciado en el país en 2003.

Rosendo Fraga: En una segunda vuelta, al oficialismo se le complica. Vuelvo a la idea de la volatilidad electoral. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires en 2009, la gente se unificó votando a Francisco De Narváez contra Néstor Kirchner. El voto anti-K se juntó. Y eso es bastante natural. Cerca de las elecciones, el voto tiende a polarizarse.

Artemio López: Es parte de la campaña opositora. El oficialismo puede ganar en primera vuelta, está a cuatro puntos del 40 por ciento y a más de 10 de la segunda minoría. Pero en el caso de ir a ballottage, habrá que esperar los resultados de primera vuelta, el clima electoral, la diferencia entre primera y segunda minoría y recién entonces observar pronósticos. Hoy son, en el mejor de los casos, pura especulación; en el más común publicidad opositora.

Sergio Berensztein: Es demasiado pronto para precisar cuáles serán las preferencias dominantes de la ciudadanía, en particular la vocación de cambio en términos tanto formales (o de estilo) como incluso de políticas. Pero es cierto que los niveles de rechazo que tiene el oficialismo sugieren que en una eventual segunda vuelta perdería las elecciones frente a la gran mayoría de los candidatos que hoy por hoy tienen posibilidades efectivas de llegar a esa instancia.

Roberto Bacman: No coincido con aquellos que plantean que una segunda vuelta es un escollo infranqueable para el oficialismo. En la última encuesta de CEOP, tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández superan a cualquiera de sus rivales, con una ventaja que siempre supera los 13 puntos. Valgan algunos ejemplos: Néstor Kirchner supera a Cobos 39,7 por ciento a 22, a Ricardo Alfonsín 38,5 a 25,4, a Mauricio Macri 40,4 a 20,6 y a Eduardo Duhalde 43,9 a 15,4 por ciento.

Enrique Zuleta: La idea de que el oficialismo pierde en el ballottage no surge de los números disponibles. Hace siete u ocho meses, el oficialismo tenía serias dificultades en cualquier escenario de segunda vuelta, contra cualquiera de los candidatos de oposición. Las cosas son hoy muy diferentes. Kirchner, Cristina Fernández o Daniel Scioli se impondrían en cualquier escenario, sea ante Macri, Cobos o Alfonsín. Coinciden varios factores: entre enero y octubre, los niveles de rechazo de Néstor Kirchner han caído de un 70 a un 30 por ciento. Paralelamente mejoró sustancialmente tanto el nivel de apoyos como la evaluación de desempeño y la intención de voto de la Presidenta. Está claro que la gestación, hoy por hoy casi imposible, de una coalición moderada del tipo de las que han surgido en casi todos los países de la región podría traer cambios importantes en este pronóstico. Sobre todo si subsiste la división interna del peronismo. De todas maneras, está claro que una diferencia de 12 puntos entre el oficialismo y su inmediato seguidor no implica riesgos graves, siempre y cuando se trate de una elección no polarizada que incremente los niveles de rechazo social del Gobierno y sus candidatos, que es lo que ocurrió en el año 2003 con Carlos Menem.

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