Los precios van siempre detrás del dólar, salvo cuando el dólar baja. Por una u otra razón, eso que parece un chiste es absolutamente cierto. En el corto plazo debe descartarse un reacomodamiento general de precios a un tipo de cambio bastante más bajo que los 3,50 que se ubicaba en diciembre. La buena noticia es que por lo menos se reafirma el escenario de una inflación en calma. La exitosa temporada estival producirá un leve incremento del Indice de Precios al Consumidor, pero el fenómeno es puramente estacional y mucho más moderado del que tendría lugar en medio de una tendencia alcista. Pero si los precios no se disparan tampoco caen. Empresarios y economistas explicaron a Página/12 por qué quedarán en el escalón donde se encuentran y mostrarán mucha parsimonia para descender.
El primer motivo es que antes de tomar la decisión de reducir los precios los operadores económicos deben estar convencidos de que el nuevo valor del dólar es permanente. Mientras persista la duda de si se estabilizará en el nuevo piso o si pegará la vuelta, los cartelitos en góndolas y vidrieras continuarán mostrando los mismos números. Este comportamiento empresario cuando el tipo de cambio cae se modifica cuando el dólar sube. En la carrera ascendente, los ajustes son más rápidos y producen lo que se denomina “encadenamiento de precios”, con un sector siguiendo a otro en la suba.
En los mercados donde la competencia es poca, como ocurre con muchos bienes en Argentina, la resistencia a disminuir los precios es mayor. Esta es una causa central de por qué los consumidores tendrán que esperar para comprar más barato. Más allá del funcionamiento oligopólico o cartelizado de la economía, una explicación técnica de la demora que se producirá en la reducción de los precios es que sólo el 18 por ciento de los productos que integran el IPC sigue de manera muy directa los movimientos del dólar. Varios de ellos forman parte de la Canasta Básica de Alimentos, como harinas, aceites y carnes. Se supone que en estos casos la baja del dólar debería producir una caída de precios en el mercado interno. El problema es que el aumento de los precios internacionales de esos productos compensaría la ganancia. Esto es todavía más claro con los combustibles. La suba del precio internacional del barril de crudo seguramente provocará un alza de las naftas, a pesar de que el dólar haya caído a 3,14.
El 82 por ciento de los productos del IPC que dependen menos del precio del dólar serán todavía más indiferentes a la caída del tipo de cambio. En estos casos, la mirada de los empresarios está puesta en la recuperación del consumo. La recesión fue un importante disuasivo para la suba de precios, pero si ahora el mercado interno empieza a despertarse la expectativa en muchos sectores será recomponer márgenes de ganancia.
El economista del Instituto de Estudios Económicos de la UADE, Ricardo Teller, señaló a este diario que otra razón que esgrimen los empresarios para postergar reducciones de precios es que se supone que este año habrá presiones por aumentos de salarios y de tarifas. “Estos costos que el año pasado estuvieron congelados podrían experimentar subas, a raíz de los reclamos de las privatizadas y de los trabajadores”, indicó. El analista también sostuvo que “no me sorprendería que los precios no bajen ahora que cae el dólar y suban después si el tipo de cambio vuelve a acomodarse hacia arriba, sobre todo en un contexto de crecimiento del mercado interno”.
En conclusión, algunos precios no bajarán hasta que esté clara la tendencia del dólar, otros no lo harán porque dependen de los precios internacionales, otros porque podrían subir los costos empresarios, otros porque los mercados no son competitivos, y otros porque crecerá la demanda interna. Y esto no es nada en comparación con los argumentos que habrá cuando el dólar suba.