EL PAíS • SUBNOTA
Frío. Luego de los destinos “exóticos” Kuwait y Qatar, llegar a Ankara fue algo así como pisar Buenos Aires para los viajeros de la comitiva argentina. Gente con vestimenta y aspectos que podrían pasar por argentinos, autos más o menos parecidos a los que se usan allá y un tránsito igual de endemoniado y sin respeto al peatón, todo suena algo familiar. Una gran diferencia es el frío, con temperaturas que en Buenos Aires ya no suelen verse. Por la mañana y a media tarde, cuando baja el sol, las temperaturas descienden algún grado bajo cero y cala profundo, sobre todo en los pies y la cabeza.
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Idioma. Otro parecido con Argentina es que el inglés se habla muy poco en la calle. Si se suma a eso que la escritura es diferente, se puede concluir que las dificultades para comunicarse son bastantes. Al menos, el alivio para los argentinos es que ya no es necesario andar tropezando con las dificultades del inglés. Total, si igual no van a entender, mejor hablar en español.
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Torre. Con cuatro millones de habitantes, Ankara es la segunda ciudad de Turquía después de Estambul. Hasta 1930 fue conocida también por el nombre bizantino de Angora y se hizo famosa por sus cabras de pelo largo y su raza de gatos. Está edificada en colinas, así que sus calles suelen presentar subidas y bajadas. El Hotel Sheraton donde se alojó la comitiva presidencial está en una lomada y su alta torre es una de las siluetas características de la ciudad. El mausoleo a Mustafa Kemal Ataturk y la mezquita de Kocatepe, en el centro de la ciudad, dos de sus mayores atracciones turísticas.
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Culinarias. Aunque varios restaurantes no despachan alcohol, no hay problemas en Turquía para conseguir bebidas si se compara con la situación de los países del Golfo, donde algunos integrantes de la comitiva argentina sufrieron esa falta. En cuanto a la comida, el plato que gana las preferencia es el kebab, la carne de cordero asada que se come con el típico pan árabe. Tiene también su versión en ternera y pollo. Y aunque suene mal, a veces viene acompañada de una salsa hecha en base a yogur que le da un gusto un poquito agrio pero sabroso.
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Té. El café a la turca es otra especialidad. A muchos argentinos les sale el tic y piden cucharita, pero no debe revolverse para que se asiente la borra en el fondo. Sin embargo, lo realmente típico es el té, que los turcos –a la usanza árabe– beben a todas horas como si fuera nuestro mate, incluso acompañando las comidas. Lo sirven en finas teteras plateadas y lo toman en vasitos pequeños.
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