Lunes, 16 de mayo de 2011 | Hoy
EL PAíS › CLARA PETRAKOS BUSCA A UNA HERMANA NACIDA EN CAUTIVERIO
Su madre fue secuestrada cuando tenía cuatro meses de embarazo y estuvo detenida en el Pozo de Banfield junto a otras embarazadas y donde habría dado a luz. Juan Miguel Wolk era el jefe de ese centro clandestino.
Por Alejandra Dandan
Otros sobrevivientes habían hablado de su madre, del nacimiento de un niño y también habían hablado de Clara. Clara Petrakos finalmente se sentó en la sala de audiencias de los Tribunales de Retiro para contar su historia en nombre propio. Y ante preguntas que la llevaban directamente al centro clandestino, se abrió paso a los tumbos para quedarse en los momentos previos, en el antes, en las historias de sus padres vivos, en el compromiso político.
Clara nació el 6 de febrero de 1976, nueve meses más tarde secuestraron a su madre, María Eloísa Castellini. María tenía un embarazo de cuatro meses. Poco tiempo después desapareció su padre, Constantino Petrakos. Su madre, su padre y una hermana o hermano que nació en cautiverio están desaparecidos.
“Quiero seguir un orden cronológico para no olvidarme de nada”, dijo Clara ante una pregunta de la fiscalía. A principios de 1974, su madre, que tenía 18 años, trabajaba con un grupo de estudiantes universitarios y con un sacerdote. “Durante el verano se fueron a hacer trabajos voluntarios en vez de irse de vacaciones a Mar del Plata, hacían albañilería y construyeron una escuela, y mi mamá pensaba que era necesaria porque todos debían tener acceso a la educación.” Para 1976, ella era maestra en un jardín de Merlo. El 11 de noviembre de ese año la secuestró una patota desde la puerta de la escuela a las 12.45 del mediodía.
“Lo que conozco de ese episodio lo sé por los relatos de las personas que estuvieron con ella”, explicó Clara, que una y otra vez intentó fundar el relato en esos datos, tomando en manos un cruce que debería haber hecho la Justicia.
“Mi mamá iba a tomar un colectivo a media cuadra de la escuela, en ese momento se acercan dos o tres, la agarran de los pelos y la meten adentro de un auto.”
Clara estaba en ese momento con una de sus tías. A las siete de la tarde, una patota entró al departamento con la madre. “Mamá estaba embarrada y lastimada, yo no me acuerdo pero leí el testimonio de mi tía del ’83 y el del portero del edificio que también la ve embarrada, y que por el estado no la reconoce.” Dicen que María estaba con signos de tortura en el cuerpo, en la boca, en el pecho y en la ingle a pesar del embarazo. Que no podía comer ni hablar demasiado, y le pidió a su hermana que la cambiara. La patota estaba ahí esperando a su padre, que nunca llegó porque vio el operativo desde la calle y escapó. Clara estuvo con él algún tiempo, pero después él viajó a España, desde donde desapareció a fines de 1977.
Por mucho tiempo tampoco supo cuál fue el recorrido de su madre. En 2003 conoció a una sobreviviente del Protobanco en Puente 12 que reconoció una foto en una marcha de Abuelas. “Cristina Comandé tenía presente la imagen de mamá, pero mi mamá no le había dicho cómo se llamaba, así que ella no sabía su nombre y ni de mi existencia hasta que me reconoce en la muestra de fotos, reconoce a mi mamá.”
María estuvo en el Protobanco hasta fines de diciembre de 1976. Entre enero y marzo no se sabe dónde estuvo y en abril de 1977 estuvo en el Pozo de Banfield.
“Además de mi mamá –dijo Clara– se sabe que hubo otras veinte mujeres embarazadas ahí, hay constancias de que diez tuvieron a sus hijos. Hubo dos abortos por los malos tratos y del resto no se sabe cuál fue el destino. De los diez nacimientos de los que existen constancias, sólo cuatro recuperaron su identidad y muchos años más tarde: María José Lavalle Lemos, Carlos D’Elía, Carmen Gallo Sanz y Victoria Moyano.” Entre los que nacieron está además su propia hermana, que todavía no está ubicada.
“Cuando mi mamá empieza con el trabajo de parto, las compañeras de celda empiezan a gritar o pedir que se acerque alguien para que pueda salir –dijo Clara–, pero lo único que consiguen es que un guardia abra la puerta de la celda, la celda era muy chiquita, un lugar en el que ni siquiera entraba acostada. Ahí la hacen acostarse en el pasillo, nace mi hermano, la ayudó Patricia Uchanski, que está desaparecida.” Todo esto, dijo Clara, me lo “relató” Adriana Calvo, que llegó al Pozo de Banfield cuando Patricia todavía estaba ahí. Entre otros datos, Clara supo que el guardia cortó el cordón umbilical con un cuchillo de la cocina y que después de unas horas a su madre le sacaron al niño al que todos mencionan como niña, “Mi mamá siguió ahí hasta el 25 de abril del ’77, cuando hubo un traslado masivo, sólo quedaron Adriana y Ana de Gatica, que son liberadas.”
“El Estado que debería haber buscado en los primeros años hizo poco y nada, no las buscó”, dijo Clara. “La excepción fue una comisión que en algún momento pidió investigar las adopciones y las partidas de nacimiento firmadas por el médico Bergés. Las partidas se encontraron en los ochenta, tres de esas partidas recuperaron la identidad, pero muchos años después porque durante años no se hizo nada.” La primera causa del caso es de 1986. Entre 1997 y 1998, Clara se acercó a Abuelas. Había leído la historia de Ana Caracoche de Gatica, que había estado con su madre. “Tuvo dos hijos secuestrados en distintos operativos y luego de que es liberada, por muchos años los buscaron hasta que finalmente los ubicaron a los dos, la hija había sido apropiada por un comisario. Yo me dije: ‘¿Cómo teniendo dos hijos apropiados los pudo recuperar a los dos y relativamente en pocos años?’. Ahí fue cuando dije: ‘Tengo que participar en la búsqueda’, y empecé haciendo difusión en los diarios, en las revistas, en Internet.”
Un defensor le preguntó en la audiencia por los padres. Puntualmente por la militancia política con esa pose con la que intentan volver a la lógica de la guerra.
“Empecé hablando de la militancia, pero no veo la relación del plan sistemático de apropiación de niños y esa pregunta –le dijo Clara–: pero sí, militaban en el PRT.”
–¿Qué es el PRT? –la provocó el abogado. Clara no respondió. No inmediatamente. Lo miró con una mueca. La presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, respondió para salir del apuro que era Partido Revolucionario de los Trabajadores. “¿Es así?”, le preguntó a Clara. Y entonces Clara dijo que sí.
“Yo quisiera que el Estado busque y encuentre los archivos en donde están los datos de qué pasó con mi hermana y los niños robados”, dijo al terminar. “Que pregunten a Juan Miguel Wolk, jefe del Pozo, qué sabe de mi hermana, dónde están los otros chicos, dónde están las personas.”
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