Lun 24.02.2003

EL PAíS • SUBNOTA  › LA INCREIBLE NEGLIGENCIA DE DEJAR EN SERVICIO A VELAZTIQUI

Arma para un torturador retirado

Por C.R.

El 2 de febrero de 2001, diez meses antes del triple homicidio, el suboficial auxiliar retirado Juan de Dios Velaztiqui fue autorizado a realizar servicios bajo el régimen de policía adicional, fue “considerado apto para la asignación de armamento” y le dieron la Browning 9 milímetros número 4999, serie 001499, porque carecía “de arma propia”. Le asignaron “en forma provisional” una pistola “del patrimonio institucional con tres cargadores y 39 cartuchos a balas calibre 9 milímetros”. Era su regreso a la acción, porque el 25 de octubre de 1990 Velaztiqui había optado por el retiro voluntario, luego de ser pasado a disponibilidad preventiva porque acumulaba acusaciones por apremios ilegales y vejaciones. El 31 de agosto de 1977, en plena dictadura militar, había aprobado el Séptimo Curso de Instrucción Contrasubversiva. Y a lo largo de su vida demostró que es un hombre que llevó a la práctica todo lo malo que aprendió.
“Nosotros por ley, en esos casos, tenemos la obligación de disparar.” La testigo Sandra Bravo recordó una charla con Velaztiqui, antes del triple homicidio, donde él reivindicó disparar sobre cualquiera que intentara acercarse con supuestas intenciones de arrebatarle el arma. Nacido el 8 de marzo de 1940 en la localidad de San Bernardo, en el Chaco, Velaztiqui está casado y tiene cuatro hijos, uno de los cuales también es policía. Ingresó a la Policía Federal en septiembre de 1965.
Su salto a la mala fama se produjo el 24 de octubre de 1981, en la cancha de Nueva Chicago, en el barrio de Mataderos, una tarde en la que el equipo local le ganó por tres a cero a Defensores de Belgrano. Como informó Página/12 el 11 de enero de 2002, ese día las crónicas periodísticas hablaron de “un episodio desacostumbrado”. Cuando Chicago iba ganando fácilmente el partido, los hinchas agregaron pimienta al festejo y junto con el “dale campeón”, parte del público comenzó a entonar la marcha peronista, justo en tiempos de veda política.
Cuarenta y nueve personas fueron detenidas y obligadas a trotar hasta la sede de la Comisaría 42ª, en Avenida de los Corrales y Tellier, hoy Lisandro de la Torre. Un vocero policial de la época, el subcomisario Quintana, explicó que hubo 40 “demorados”, que recuperaron rápidamente su libertad, y que otros nueve quedaron detenidos por “generar incidentes”. Los que quedaron presos fueron Vicente Escola, Raúl Enrique, Rubén Parapodio, Samuel Lío, Nicolás Rearte, Daniel Sánchez, José Paladino, Jorge Capelo y Miguel Aquino. Los sancionaron con un arresto de 30 días. Según Quintana, la policía no había actuado con violencia, pero los hinchas de Chicago recordaron a este diario “golpes, patadas, topetazos con los caballos y la orden del jefe (ése era el mismísimo Velaztiqui) de que mantuvieran el ritmo de marcha al trote a lo largo de las seis cuadras que hay desde la cancha hasta la seccional”. Por eso le quedó el apodo de “El Trotador”, que le puso el diario Crónica. El atropello cometido hizo que le abrieran una causa por “vejaciones”, delito sancionado con penas de hasta un año y seis meses de prisión, más tres de inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.
En 1985 el juez en lo criminal de sentencia Ricardo Giúdice Bravo lo absolvió. El juez dijo que fue un procedimiento de seguridad “que podrá ser criticado desde la óptica técnica y hasta administrativa (en el seno de la Policía Federal), pero que no trasciende a la esfera penal”. No fue su única causa. En 1982 le iniciaron otra por “apremios ilegales”, pero el juez penal se declaró incompetente y las actuaciones pasaron al juzgado de primera instancia de menores Nº 16.
A pesar de seguir abiertas las dos actuaciones, en forma simultánea, el 16 de julio de 1982 la jefatura de la Federal resolvió “no adoptar temperamento administrativo alguno” contra Velaztiqui. Es decir que ni siquiera fue sancionado por la fuerza. Recién el 25 de octubre de 1990 lo pasan a situación de disponibilidad y él resuelve pedir su pase a retiro voluntario. Sin embargo, el 19 de febrero de 1993 fue “llamado a prestarservicios” en la comisaría del Poder Judicial, en la Cámara de Casación Penal y luego en la sección tribunales nacionales.
Así llegó su pedido, el 21 de diciembre de 2000, de comenzar a cumplir servicios de policía adicional. El 2 de febrero de 2001 lo habilitan y le entregan el arma homicida. La incorporación final la firman, entre otros, el comisario Ricardo Donaires, jefe de la División Policía Adicional; la inspectora Silvana de Risimini, de la División Armamentos, que le entrega la Browning, y el jefe de la División Incorporaciones, Juan Antonioci.
Al maxikiosco de Gaona y Bahía Blanca llegó por recomendación expresa de las autoridades de la Comisaría 43ª que fueron removidas después de los sucesos que terminaron con la muerte de los tres jóvenes. Los responsables de la seccional eran el comisario Juan Carlos Fernández –de licencia anual el día del hecho– y el subcomisario Carlos Sixto.
Como confirmó luego el actual jefe de la Federal, comisario Roberto Giacomino, para cumplir funciones de policía adicional, Velaztiqui superó los siguientes estudios de admisión:
1) Verificación de antecedentes patológicos en su historia clínica.
2) Examen físico completo con evaluación de agudeza visual.
3) Valoración cardiovascular con electrocardiograma.
4) Examen radiológico de tórax.
5) Examen de laboratorio (hemograma, glucemia, colesterol, etc.).
6) Examen de aptitud psicológica (psicotécnico).
En los últimos años, Velaztiqui se había vuelto un gran rezador, como el Don Guido, de pasado libertino, del poema de Antonio Machado. Era miembro de la Iglesia Universal del Reino de Dios, la que pregona por TV el “pare de sufrir”. Su declamada acción evangélica no sirvió de nada. El violento que había en él, el de los apremios y las vejaciones, el del curso contrasubversivo, El Trotador, le volvió a salir por la boca de su 9 milímetros y esa vez mostró su peor cara.

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