EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
A diez años del gran estallido, la crisis de los partidos políticos no se ha revertido. Las dos grandes fuerzas históricas estuvieron ausentes: el radicalismo es mera reminiscencia del pasado esplendor, el peronismo se diluyó en el Frente para la Victoria, que para colmo presentó tres listas distintas de candidatos a la Legislatura local. Cada una de ellas constituye además un Arca de Noé política. El nuevo oficialismo triunfal gira en torno de la figura de Macrì y carece de una verdadera organización partidaria, aunque reúne en su haber los votantes del radicalismo y algunas formas organizativas del justicialismo, que fueron decisivas en el sur de la Ciudad, donde sus locales transmutaron la Propuesta Republicana que es el nombre primigenio del PRO por Propuesta Peronista, y cambiaron su color amarillo por el celeste. También el resto de las fuerzas se congrega sólo en función de los comicios y en torno de figuras que suscitan recuerdos de tiempos mejores, como Luis Zamora y Ricardo López Murphy, y que se desvanecen al día siguiente del escrutinio. Otras son agregados de micropartidos o fracciones, siempre en equilibrio intestable, listos para voltear la mesa y acusarse como enemigos inconciliables, con tanta dificultad para explicar sus coincidencias como sus disensos, de lo cual dan cuenta PROS y el FAP. En esta dispersión sólo son relevantes los aparatos estatales, de la Ciudad y de la Nación. De hecho, sus candidatos acapararon tres cuartos de los votos emitidos.
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