EL PAíS • SUBNOTA
› Por Osvaldo Bayer
Formábamos “los cinco”. Así nos llamábamos. Nos reuníamos todos los jueves en “El Tugurio”, mi casita en Belgrano. Allí discutíamos desde el ocaso hasta la medianoche. León Rozitchner, David Viñas, Tito Cossa, Osvaldo Soriano y yo. Fue en los años noventa. El tema era siempre el país. Cuatro habíamos pasado la dictadura en el exilio y Tito Cossa en el exilio interior, negado pero más dramaturgo que nunca. Eran discusiones interminables que nos unían y nos separaban. Pero al jueves siguientes estaba nuevamente brindando la comunidad con una copa.
Recuerdo la picardía de Soriano, que llegaba último, por supuesto, y largaba provocativamente el tema sobre la mesa. Para que se “agarraran” David y León. La discusión comenzaba casi en voz baja y terminaba levantados gritándose nuevamente. David y León. Los dos fallecidos este año. El primero en irse para siempre fue el más joven de todos, Soriano, el inolvidable. Me acuerdo cuando los cuatro del grupo fuimos al sanatorio a animarlo antes y después de la operación. Pero se nos fue. Nuestra tristeza profunda ante lo injusto. El más joven. El que más prometía. Y este año, David Viñas, en marzo, sin avisarnos. No pudimos escuchar nunca más su voz ronca y su ironía de ser todos argentinos de distinto origen pero ahí firmes, en la actualidad para protagonizarla. Y ahora, León, el filósofo, el psicoanalista. Yo le daría el mejor de los títulos: el Filósofo Rebelde.
El Filósofo Rebelde era un verdadero León. Un sabio. Sus estudios, profundos. Un docente de la inquietud y el no conformismo. Amigo de la amistad, de la intimidad de los pensamientos. Nos invitaba a su estudio allá cerca de las Barrancas de Belgrano y cocinaba él. Tan buen filósofo como cocinero. Y su compañera Claudia, tan joven, y sus dos mellicitas, un padre joven de la edad de un abuelo pero con la fuerza increíble de su optimismo. Un judío capaz y tan valiente de ser un crítico profundo de la política israelí para con los árabes pero con un digno respeto a la cultura de sus ancestros.
Un ser humano sabio. Un León. Una pérdida total para sus amigos. De los cinco quedamos dos: Tito Cossa y yo. Mantendremos siempre el recuerdo vivo de los tres que ya nos han dejado. Adiós, León. Ya nos encontraremos.
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