Dom 02.10.2011

EL PAíS • SUBNOTA

Cuestión de proporciones

› Por Horacio Verbitsky

Me enteré con retraso de los rebuznos con que Carlos Soria respondió a mi columna del domingo pasado porque estoy en Italia. Esto desmiente su ridícula pretensión de que no puedo salir del país, por hechos que sólo existen en su imaginación de espía jubilado. Son las mismas que la Secretaria de Informaciones inventó durante la presidencia de Carlos Menem, como única respuesta a mis investigaciones sobre los vueltos con que se cobraron la venta a precio vil del patrimonio social acumulado por generaciones de argentinos en las empresas públicas. Ni Soria ni sus predecesores en esa oficina de trabajos sucios han podido mostrar una sola prueba, porque nada de lo que Soria repite ahora es cierto. En cambio, puedo probar todas y cada una de mis afirmaciones sobre él, no por mérito propio sino porque son actos públicos, como su amable sobremesa con Erich Priebke, de la cual hasta ahora insiste en que no se arrepiente. Lo mismo ocurre con el informe de la SIDE que produjo para preparar la represión que culminó con el asesinato de Kosteki y Santillán, y de la cual nueve años después sólo tiene para decir que Duhalde sufrió mucho. O su presión sobre los jueces federales para que como modo de disminuir el malestar social encarcelaran a Domingo Cavallo y un grupo de banqueros, detallada en un expediente judicial en el que los hechos fueron confirmados por testimonios directos, entre ellos el del juez Jorge Urso. O su fuga de España con el rabo entre las patas, cuando fracasó la absurda misión de deslegitimar al juez Garzón porque pedía la extradición de un centenar de criminales argentinos de uniforme. O el espionaje dispuesto por el propio Soria sobre el entonces gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, y que fue denunciado por la entonces senadora Cristina Fernández. Las razones políticas que ella tenga para consentir que un individuo de esta calaña la represente en Río Negro, no me conciernen. Hasta puedo comprenderlas, como también al electorado que tomó lo que tenía a mano para poner fin a casi tres décadas de gobierno radical. Pero no hay bendición que pueda convertir a tamaño sinvergüenza en un hombre de bien. Sobre la solidez de la construcción política que lo incluya, el tiempo dirá. Hay una frase histórica de Perón, sobre los materiales con que se puede construir un rancho. El problema son las proporciones. En escala nacional hay de todo un poco. En Río Negro, el rancho apesta.

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