–¿Qué está leyendo?

–Un libro de Margareth McMillan, que se llama París 1919. Relata las reuniones posteriores a la Primera Guerra Mundial en París, que diseñaron el nuevo mapa de Europa. Leí El mal, de Miguel Bonasso, y estoy leyendo también Peronismo II, de José Pablo Feinmann. Un poco repetitivo, pero interesante.

–Si tuviera la plata y el tiempo necesarios, ¿a qué lugar se iría de vacaciones?

–Tengo para mí una deuda pendiente: por interés político o social, quisiera recorrer Centroamérica, la región del Amazonas y Colombia.

–¿Vacaciones de descanso o turismo aventura?

–No me veo haciendo turismo aventura, y hasta hace poco tampoco tirado en una reposera tomando sol. Más bien las vacaciones me ponían nervioso, me la pasaba adentro de una carpa devorando los diarios, me molestaba la arena. Pero eso cambió cuando empecé a tener vacaciones con mis nietas. Ahora aprecio el tiempo libre.

–¿Amores de verano?

–Tuve amores juveniles, pero no de verano específicamente. En mi generación, los amores juveniles se encontraban en la militancia y en la facultad, más que en los veraneos.

–¿Fue a una playa nudista?

–No... no tendría inconveniente en ir, no tengo ningún tipo de prejuicio. Pero tampoco creo que sería muy atractiva mi presencia.

–¿Tres gustos de helado?

–Invariablemente dulce de leche tradicional, que es un helado típicamente radical. Después sabayón y arándanos.