EL PAíS • SUBNOTA
- Los chicos de las escuelas comunitarias fueron protagonistas del acto y casi, casi mayoría entre los presentes. Después de veinte años, es notable la presencia de chicos que ni habían nacido en 1992 cuando la embajada fue destruida.
- La seguridad fue particularmente dura en la ceremonia de ayer. Hubo apenas dos accesos al público, sobre Suipacha y Libertador, y sobre Esmeralda y Arroyo, con detectores de metales y revisación obligada de bolsos. Policías, perros antiexplosivos y tanquetas negras hacían seguridad pasiva, sin intervenir. Toda la revisión y control estaba a cargo de civiles de traje.
- Para los habitués, el entretenimiento de buscar a los francotiradores por los techos resultó frustrante este año. Lo único visible era una persona de camisa clara con un par de potentes binoculares en el techo de la escuela católica, justo enfrente del palco. El hombre recorría sistemáticamente la multitud buscando movimientos sospechosos.
- El SAME tuvo trabajo atendiendo a mujeres que sufrieron el calor de ayer. De hecho, a medida que avanzaba el acto el público se acercaba al palco en sincronía con la sombra de los edificios: estar al sol era difícil.
- Entre los primeros en retirarse estuvo el rabino y ahora legislador porteño Sergio Bergman, de jeans ajustados y una de sus coloridas kipás.
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