EL PAíS
• SUBNOTA › OPINION
Historias de no creer
› Por Luis Bruschtein
Nadie le cree cuando dice que no bajará su candidatura. Debe ser como la décima vez que Carlos Menem insiste con el tema y no puede disipar esa duda quisquillosa. Tampoco le creen al gobierno cuando dice que Menem sí se bajará. En algo hay que creer. Porque las dudas en ambos sentidos son contradictorias en este caso.
El gobierno habla por su adversario, lo cual le resta credibilidad. Pero Menem habla por sí mismo, lo cual evidentemente, también lo hace menos creíble. Si se va o si se queda, a esta altura parece anecdótico y no alterará el acto de entrega de la banda presidencial el 25 de mayo.
Si se baja Menem, el espectáculo pierde brillo, pero no altera el final. Hasta ahora, y según las encuestas, Néstor Kirchner vale más porque le ganará a Menem, que por sí mismo. Y si Menem no está, queda por sí mismo. Pero si Menem se baja demostrará que es mal perdedor, que no está hecho para momentos difíciles, lo cual deslucirá también la importancia de ganarle. Quedará como el que solamente lucha cuando tiene asegurada la victoria, más cerca del patotero que del luchador.
Es probable que esa sea la idea que tiene la gente y por eso no le cree cuando asegura que no bajará su candidatura para la segunda vuelta. Del ‘83 para acá, nadie lo ha visto nunca pelear contra la corriente, siempre lo han visto ganar. Y un luchador nunca gana todas las peleas, alguna pierde siempre por porfiado, nada más que por defender un principio, una cuestión de dignidad o por puro amor propio.
Esta historia es de no creer. Nadie le cree que salga al ruedo como el Quijote porque ni sus seguidores tienen esa imagen suya. Forjó con empeño ese perfil de ganador canchero, del piola de la barra. Y como buen piola tiene que ser versero y sobrador, un vivo bárbaro que más de una vez ironizó sobre quienes lo criticaban desde los principios. Y cultivó con dedicación esa imagen de viveza criolla del que se junta hasta con el Diablo para ganar, sin discutir ideales ni principios.
Esa es la imagen de ganador que se convirtió en un ícono cultural y con la que obtuvo muchos votos: el “éxito”, más que la lucha y las convicciones. Invirtió el sentido de la política: en vez de llegar para impulsar los principios y los ideales, se trataba de sacrificar esos ideales para llegar. Los que lo votaban solamente para ganador, esta vez se pasarán a Kirchner. Son los herederos del discurso que forjó el menemismo. Contradiciendo ese discurso, ahora Menem dice que presentará batalla y pocos le creen. “Hazte la fama y échate a dormir”, dice el dicho.
Nota madre
Subnotas