Casi compinches parecieron ayer Cristina Kirchner y Dilma Rousseff cada vez que se las vio juntas. Tomadas del brazo, conversando por lo bajo, intercambiando bromas. La jornada terminó con otra larga reunión bilateral –unas tres horas–, que se vino a sumar a la que mantuvieron la semana pasada en Los Cardales, en ocasión de la reunión de la UIA. Esta vez, del encuentro participó buena parte de ambos gabinetes y, según el resumen que hicieron los cancilleres Héctor Timerman y Antonio Patriota, sirvió para repasar todos los temas de la agenda bilateral, incluyendo, obviamente, el conflictivo del intercambio comercial. Para analizar la marcha de lo conversado, quedaron en repetir el encuentro a fin de enero en El Calafate, luego de la Cumbre de América latina y la Unión Europea.

El encuentro fue en el Palacio de Alvorada, el “Olivos” de Dilma, otro espectacular edificio moderno de Oscar Niemeyer. Las presidentas comenzaron la reunión cuando el sol estaba a pleno y la terminaron cuando ya era de noche. Participaron todos los integrantes de la comitiva argentina, incluyendo los gobernadores Maurice Closs, José Luis Gioja y Martín Buzzi. Los cancilleres dijeron que se habló de todo en un clima “muy, muy, muy” positivo. A Timerman le preguntaron si se habían tratado las quejas brasileñas por las trabas argentinas para ingresar sus productos al país. “Se trató de todo. Se trató de aumentar el comercio, de buscar maneras de favorecer el intercambio comercial más intenso”, respondió Patriota, sin dar mayor precisiones. Para el canciller argentino, el extenso encuentro marcará “un salto cualitativo en la profundización de la relación”, que tendrá un nuevo capítulo cuando se vean el mes que viene en El Calafate, el terruño presidencial. Para el final, las presidentas se dieron tiempo para posar para los fotógrafos con el Alvorada iluminado de fondo y se despidieron con otro abrazo.