Lun 10.12.2012

EL PAíS • SUBNOTA

Una curiosa dictadura

› Por Eduardo Aliverti

Invirtamos la cronología y empecemos por un final que sólo es parte del principio.

Una fuente oficial confesó, a comienzos de semana, que su vaticinio era pesimista porque “la Cámara viene siendo trabajada por Clarín hace ya rato”. Coincidente con ese presagio, notas e indicios registrados en los medios de El Grupo, y sus socios menores, sugerían optimismo. Aun así, otras fuentes del Gobierno indicaban que la tropa de Magnetto ya no tendría tiempo para obstruir al 7D propiamente dicho. Con el resultado puesto, se reveló cierta dosis de ingenuidad. Y de escasa o ineficiente acción de (legítima) inteligencia sobre la familia judicial involucrada. Sin embargo, aunque esa observación pueda ser acertada, es injusto pedir o atribuir al Gobierno propiedades de abarcamiento divino. Los jueces son lo que son y como mucho, de haber existido una mejor faena de detección precoz, se habría evitado vender la piel del oso antes de cazarlo. Hubo un triunfalismo desmedido, es cierto. Pero eso no altera la base del asunto, que sigue y continuará pasando por si la jefatura del poder la ejerce lo que el pueblo eligió y ratificó en las urnas o las corporaciones empresariales. Para el caso, una en particular más sus lacayos y compinches en la cultura de control social. De ese aspecto en adelante, puede opinarse que el Gobierno es un excremento con el único límite de no aceptarse actitudes real o virtualmente golpistas. De ahí para atrás, cada quien asume preferir como comandantes a monopolios u oligopolios. Menem lo hizo. Pero que no se revista a esa predilección con sentido republicano. En aquellos tiempos del riojano, a los hoy escandalizados por el “vamos por todo” del kirchnerismo no se les movía un pelo frente a la favorable mayoría automática de la Corte Suprema; ni ante la corrupción escatológica que los medios exhibían como travesuras infantiles; ni cuando lograron la privatización del gas merced al diputrucho; ni al echar mano del per saltum para cargarse Aerolíneas. Si lo K fuera susceptible de ser considerado autoritarismo, solamente se solicita que los guerreros contrarios no se arropen con el disfraz de demócratas. O en otras palabras, que asuman su condición de autoritarismo de dirección inversa.

Cabe también alguna dedicatoria a los tristes exégetas de la independencia judicial que rascan figuración de clarinete, a falta de convicciones y fuerza propias. ¿Cómo es que tipos como Pino, Lozano, e incluso el propio Ricardito bien que sólo en nombre de la memoria de su padre, quien supo sufrir la embestida de El Grupo, se prestan a la fantochada de lo impoluto de Clarín? Ya no hablemos de gente cuyo único destino de gloria parecen ser los diez minutos de fama en algún programa de TN, tipo Pablo Micheli; la pitonisa; el gastronómico; los troscos burócratas que llevan años unificados en sí mismos; los hombres grises del Partido Socialista; Tomás Abraham, Fernando Iglesias; o cualquier boludo que ve luz y sube. No. No y no. La gente con militancia y hasta solvencia ideológica otrora demostrada. Los que supieron ver la realidad nunca por el ojo de la cerradura, Jauretche dixit. ¿Qué hacen esos tipos del pensamiento nacional y popular yendo a cuidar los intereses de Cablevisión? Si fueron auténticos cuando hablaban y trabajaban de y sobre la lucha por el Poder, ¿qué escenario de Heidi se imaginaron para la etapa en que llegara confrontar más o menos en serio, cuando esos vaivenes históricos en que el peronismo queda a la izquierda? Son gente honesta, además. Hasta donde uno sabe, no es que les pusieron una montaña dineraria como a ciertos mercenarios periodísticos. ¿Cuánto sale, enfrente del espejo, del ego ético, pegar el salto de cuestionar con dureza las instituciones de la clase dominante a defenderlas con capa y espada?

Si el Gobierno tiene capacidad de reacción, podría aprovechar esta contingencia desfavorable del fallo de Cámara. Y esto no refiere a la potencia del acto de ayer, que ratificó la buena salud popular del oficialismo. Nada que hubiera ocurrido el viernes habría modificado una sensación de vacío “poéticamente” movilizador. Hubo una equivocación fulera en esparcir el imaginario de que el 7D prendíamos la radio o la tele y el mundo mediático estaría patas para arriba. El oficialismo desplegó, en eso, para eso, una energía cuya potencia no está en condiciones de administrar por completo. El contrincante es mucho más grande que lo que el voluntarismo suponía, porque es un oponente que no acaba ni comienza en El Grupo. Si se tratara de eso todo sería relativamente más sencillo, porque además, y al fin y al cabo, es una corporación con serias deficiencias, líneas medias muy pobres y pronóstico reservado a mediano y largo plazo. Lo expresado a través de El Grupo es una cultura protectora de los intereses económicos más conservadores que puedan hallarse en la sociedad. El fallo de la Cámara es ejemplificador. Todos Somos Clarín, le dijeron al Gobierno. Todos amparamos el sentido de propiedad inviolable que Clarín escenifica y ya no tenemos el tonelaje para tumbarte con cuatro tapas seguidas en contra, pero sí para pelearte palmo a palmo. Empero, no es un golpe de nocaut ni jurídica ni políticamente. Resta el fallo de primera instancia sobre la cuestión de fondo, que es el planteo de inconstitucionalidad hecho por Clarín contra el artículo que lo obliga a adecuar sus pertenencias a la ley de medios. Y como fuere, tras las apelaciones de rigor, la derivación final es igualmente hacia la Corte. Si eso será en estas semanas, o hasta perderse la vista, no cambia que los supremos se verán en figurillas para derrumbar el sentido clave de una ley votada a pleno derecho democrático; y a la que ya le manifestaron su vocación de ajustarse todos los grupos comunicacionales excedidos en su número de licencias, incluyendo al socio de Clarín, no tan minoritario, en Cablevisión. Mientras eso discurre en los Tribunales, en política es cosa del mientras tanto si, sobre todo, se diera la hipótesis peor de una prolongación de definiciones. El Gobierno lleva tres años de siesta en la concesión de licencias a múltiples aspirantes y operadores del espectro; en la limpieza del mapa radioeléctrico; en la capacitación de quienes deberán ser los nuevos protagonistas comunicacionales; en una concepción que privilegia los fierros tecnológicos, pero no sus contenidos. Si se quiere ser mal pensado, en lugar de la dormida rige más bien el connubio de algunos funcionarios con las asociaciones empresariales del sector. Despertarse, corregir, arreciar, significa que hay demasiado por hacer, por entusiasmar, sin necesidad de la espera a lo que ocurra en la guerra con Clarín. Ya tendrían que haberlo hecho, pero no es tarde. Hasta ahora, siendo suaves, era conveniente. De ahora en más es imperioso.

Por penúltimo, vayamos al frenético decurso del accionar judicial de la última semana. Otras acciones, las pecuniarias del holding Clarín, también merecen alguna atención. Ascienden a una cuarta parte de lo que valían en 2007. El jueves cerraron a 8,25 pesos, contra 28,21 pesos que llegaron a tocar hace cinco años. En enero de 2011 volvieron a tener un pico de 24 pesos, y desde entonces no pararon de caer. Se corrobora aquello que se señaló hace unas líneas: es un grupo en descenso estructural, lo cual no implica haber dejado de ganar una cordillera de plata cuyo reparto de facturación deja las cosas claras. Cablevisión es la madre de todas las batallas. Entre el 13 y Radio Mitre no llegan a ser chaucha y palito. Tras el fallo de la Cámara, fue informado que las acciones de Clarín se incrementaron en un 10 por ciento. Mentira: subieron eso horas antes del fallo. Y desde el viernes de la semana anterior, acumularon una suba cercana al 22 por ciento. En el lenguaje de los mercaderes periodísticos que nunca tienen nombre para quienes amenazan con el enojo de “los mercados”, éstos apostaron a que la Cámara le daría la razón a Clarín de golpe y porrazo. De seguir con los malos pensamientos, se diría que “el mercado” estaba sobre firme aviso acerca del fallo. Y mejor espantar la idea de que alrededor de la sentencia hubo especulación financiera. Puras conjeturas, por supuesto. En cambio, es de una objetividad intachable registrar cómo vino la semanita, o menos que eso, de las andanzas “corpo”. Un par de jueces se establecen como dictaminadores irrecusables de la cautelar de El Grupo. A horas del día que la Corte fijó como último plazo para acabar con el show de las cautelares, en dictamen aprobado hace meses y ratificado hace menos, esos jueces prorrogan la cautelar, ignoran olímpicamente lo que la Corte exigió y le dan la razón a Clarín. Pero vamos a suponer, e incluso a creer firmemente, que no debe ponerse en duda la honorabilidad de los jueces. Que este devenir judicial es producto de casualidades. Que no está en juego discutir la imparcialidad de la señora de ojos vendados.

¿Esta es la dictadura kirchnerista? ¿Este es el sometimiento del Poder Judicial? ¿Así se las gasta la inseguridad jurídica? ¿Esta es la opresión que varios colegas denunciaron ante la Sociedad Interamericana de Patrones de Prensa? ¿La fiesta de los medios opositores tras el fallo de la Cámara certifica las amenazas gravísimas contra la libertad de expresión? ¿Esto es lo que los republicanistas no aguantan más?

Qué dictadura curiosa.

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