EL PAíS
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La división de los gremios
› Por Luis Bruschtein
La rebelión de los delegados gremiales en el PAMI puede ser el termómetro de la relación del gobierno de Néstor Kirchner con el sector gremial. Los dos delegados responden a los Gordos y a Barrionuevo y es difícil que provocaran esta crisis si no se sintieran con algún tipo de respaldo. Al mismo tiempo, es difícil que no adviertan que en este punto cualquier salida pondrá sus cabezas en el podio del verdugo.
Los tres sectores más importantes del movimiento obrero tienen abiertos frentes de encuentro y desencuentro con el gobierno. Con la CTA que dirige Víctor De Gennaro, alguno de cuyos sectores internos jugó con el santacruceño, el Gobierno se mostró dispuesto a aceptarla como interlocutora y abrirle espacios, pero difícilmente ceda la libertad de organización sindical que reclama esa central. Aunque las principales cabezas de la CGT disidente respaldaron a Adolfo Rodríguez Saá, tras las elecciones expresaron su apoyo a Kirchner. Hugo Moyano y Juan Manuel Palacios esperaban tener injerencia en la designación del secretario de Transporte, ya que sus gremios más fuertes son de ese rubro, pero no la tuvieron. Como premio consuelo recibieron la designación de Ricardo Cirielli, de los técnicos aeronáuticos, en el sector de transporte aéreo de esa secretaría.
Los dirigentes de la CGT de los Gordos, que llevan en su seno a los menemistas, dejaron en libertad de acción a sus afiliados en las elecciones, aunque la conducción operó con el duhaldismo a favor de Kirchner. Por lo bajo se ufanan de tener tres ministros en el Gabinete: Ginés González García, Carlos Tomada y Roberto Lavagna. Pero estos ministros, que mantienen buenas relaciones en mayor o menor medida con las tres centrales, no se dan por aludidos en esa calificación.
La reacción inusitada de Reinaldo Hermoso y Domingo Petrecca, al provocar una crisis grave en el PAMI en la tercera semana del gobierno, pareciera exceder a un problema circunscripto a la obra social de los jubilados. La rebelión desautorizó también al ministro Ginés González, quien había consensuado con los sindicalistas los pasos que daría el Gobierno, y se produjo cuando la conducción de los Gordos está en la reunión de la OIT en Suiza y Kirchner en Brasil. Más allá de la actuación destemplada o inusitada de cada uno de los protagonistas directos, todas las sospechas apuntan a que se trata de un problema importante de caja.
El carácter específico de los encuentros y desencuentros que el Gobierno mantiene con cada una de las tres centrales demuestra por sí solo que la división del movimiento obrero no es arbitraria y que tiene raíces en el país que dejó el modelo neoliberal, responden a realidades estructurales. Con la asunción de Kirchner, cambió el escenario político, pero se mantienen las causas estructurales de esa división. Se produjeron los reacomodos de posiciones, pero aun así es difícil que esas diferencias permitan la vuelta a un cuadro similar al que había antes de esas fracturas, cuando empezaron las privatizaciones. Y el Gobierno, que busca encausar y ordenar el respaldo popular a su gestión, tendrá que hacerlo tomando en cuenta esa realidad.
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