EL PAíS
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Cómo juega el gobierno
› Por Raúl Kollmann
Los empresarios que han tenido la posibilidad de negociar con el Presidente coinciden en un dato. El esquema principal de cualquier tratativa parte de una sugerencia: yo o el caos.
“Miren –dicen que dice Duhalde–, acá se vienen las asambleas populares. Yo no las quiero, pero ustedes me tienen que ayudar.” En verdad la supuesta ayuda no es otra cosa que retenciones a las exportaciones y otras formas de que tributen quienes más ganaron en la última década: ahí está un punto neurálgico de la disputa.
Los ejecutivos creen que el Gobierno, para presionarlos, deja correr lo que ellos llaman “la persecución en nuestra contra”.
En otras palabras, los fallos de los jueces que los encarcelan o no les permiten salir del país, los piquetes frente a las refinerías o en rutas cercanas a las fábricas, los escraches.
En el Ejecutivo dicen que no tienen nada que ver: “Hay algunos jueces que ahora se quieren hacer los héroes y se blanquean con lo que hoy es más fácil: detener algún banquero, investigarlo, impedir que salga del país. Pero nosotros no alentamos eso”.
Los banqueros y empresarios los escuchan, por ahora no les responden. Pero les creen poco y nada.
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