Jue 24.07.2003

EL PAíS • SUBNOTA

Lavagna tuvo su propia agenda y recibió su propio espaldarazo

› Por Fernando Cibeira

El ministro de Economía, Roberto Lavagna, se reunió ayer con el subsecretario del Tesoro, John Taylor, quien le dio ánimos al confirmarle que la reunión con George Bush había sido calificado como “muy buena”. Como ya del Departamento de Estado había salido una información similar en la comitiva argentina consideraron que ésa era la evaluación definitiva —y positiva– de la Casa Blanca. La segunda muestra de apoyo llegó cuando Taylor le aseguró que todo acuerdo entre la Argentina y los organismos internacionales de crédito tenía que permitir el crecimiento de la economía.
El encuentro de Lavagna con el número dos de la economía norteamericana fue justo después de la reunión con Bush, mientras el resto de la comitiva volvió a la residencia del embajador. El número uno del Tesoro, John Snow, había estado presente en la Casa Blanca, lo que significó una sorpresa, ya que la información previa era que no sería de la partida. Ese dato, el de su ausencia, dio pie para las versiones acerca de que Lavagna no formaría parte de la reunión entre ambos presidentes. Al final, el jefe de Hacienda no sólo estuvo allí sino que pudo armar su propia agenda.
“Lo que nos da respaldo es que hayamos sobrecumplido las metas que habíamos pactado con el Fondo”, explicaba el ministro luego de la reunión. Taylor se mostró conforme con la recuperación que marcan algunos índices de la economía argentina, algo que para los analistas del exterior que siguen la evolución de la crisis resulta muy sorprendente, como una resurrección al tercer día. En el encuentro entre Lavagna y Taylor también conversaron sobre la letra chica del acuerdo con el FMI que Economía comenzará a discutir en Buenos Aires a partir del 29 de julio, cuando desembarque la avanzada de la misión del Fondo que encabezará el inglés John Dodsworth.
Lavagna aseguraba que lo que todavía se conversa son “apenas” cuestiones técnicas, pero justamente allí están centrados los problemas. Una de estas cuestiones técnicas pasa por el superávit primario que el Gobierno quiere fijar en un 2,5 por ciento del PBI para el año próximo, mientras que el Fondo habla hasta de un 4 por ciento, probablemente para terminar cerrando en un 3. La cuestión es crucial porque mientras mayor superávit, más dinero tiene el país para pagar a sus acreedores externos. Pero Economía sostiene que un superávit muy alto –como el que se comprometió a alcanzar Lula en Brasil– obligará a realizar un ajuste que podría aplastar el brote de reactivación. “Si hay algo en lo que siempre insiste Taylor, es que el acuerdo no debe parar la reactivación”, sostenía Lavagna.

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