EL PAíS • SUBNOTA › ESTELA DE CARLOTTO
› Por Ailín Bullentini
La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, recordó el momento en que se sumó al organismo y la “alegría” de muchas de sus fundadoras de saber que era maestra: “Necesitamos quien sepa escribir cartas”, confesó que le dijeron. Tanto desde Abuelas como desde la desesperación individual, escribían las cartas para el Ministerio del Interior y, cuando se podía, para Casa de Gobierno. “Ibamos, las dejábamos en mesa de entradas porque nunca nos recibían.” En mayo de 1981, “Santander Enriqueta y otras” solicitaron que “se les informe el paradero de 68 nietitos desaparecidos junto con sus padres, algunos de ellos nacidos durante cautiverio de sus madres entre 1976 y 1978”. En marzo de 1982, ya como Abuelas de Plaza de Mayo, el reclamo fue el mismo. “Era la manera más sencilla de comunicarnos y a la vez el medio más moderno. Les escribíamos a las más altas autoridades”, destaca Carlotto. El silencio del gobierno de facto no la frenaba. Carlotto también fue parte de colas interminables en la entrada del Ministerio del Interior, donde empleados les otorgaban a cada familiar una tarjeta “en la que ponían el nombre del familiar buscado y un número, y anotaban todas las veces que se iba a preguntar por esa persona”. Todavía guarda la suya, la Abuela de Guido, a quien todavía busca y no se sorprende por la indiferencia del poder entonces: “Si no nos recibían, menos nos iban a responder una carta. O la recibían y la tiraban o la archivaban en su afán de registrar todo el daño que hicieron”, supone.
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