EL PAíS • SUBNOTA › HEBE DE BONAFINI
› Por Ailín Bullentini
”Es más fácil que te diga adónde no fui que adónde fui”, resume Hebe de Bonafini el ejercicio de memoria que le propuso su nombre escrito entre los cientos que enviaron algún mensaje a la Junta Militar. Su nombre y el de su marido figuran, al igual que el de Madres de Plaza de Mayo, en varias oportunidades a lo largo de ese pedazo de historia registrada que es el libro de ingreso y egreso de correspondencia de la Junta Militar. En la mayoría de los casos, los mensajes son pedidos de paradero de los hijos desaparecidos, exigencias para que “se aclare la situación de hijos detenidos o desaparecidos”. Al principio, los pedidos fueron individuales o “de a dos”, porque “algunas veces íbamos con nuestros maridos”, detalla Bonafini. “Después de un tiempo empezamos a pedir en conjunto. Lo charlamos mucho con Azucena (Villaflor una de las Madres fundadoras, desaparecida) y pensamos en los amigos de nuestros hijos que sabíamos que no tenían familiares que pidieran por ellos. Decidimos que la lucha individual no servía o no tenía tanta fuerza”. Los jueces las instaban a declinar en el plan colectivo: “Un día un juez nos preguntó si sabíamos la responsabilidad que tomábamos al pedir por quienes no eran nuestros familiares. ‘Ustedes están pidiendo por terroristas’, nos dijo. ‘Para usted son terroristas, para nosotros son las mejores personas del mundo’, le respondimos”, recuerda el diálogo Bonafini y agrega: “Con los milicos, horas de cola para nada. Nunca respondían”.
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