EL PAíS • SUBNOTA › EL EMBAJADOR CARLOS BETTINI
› Por Ailín Bullentini
El embajador argentino en España, Carlos Bettini, escuchó el testimonio de su hermana desde una de las primeras butacas destinadas al público en la Sala AMIA platense y coincidió con su conclusión: “Mi familia es inquebrantable”. En diálogo con Página/12, aseguró que escuchar la historia de la desapariciones de sus seres queridos ante la Justicia es “reparador” y, a la vez, “un aporte importante por todos los que no pudieron luchar”. Además, intentó buscar los porqués: “¿Por qué eran militantes? Yo lo era, ellos ¿de qué? De la dignidad”, desafió.
–La historia de la familia estuvo presente en el Juicio a las Juntas, en los Juicios por la Verdad y en el juicio oral por los crímenes cometidos en la ESMA. ¿Por qué es importante seguir contándola?
–Los pueblos que no reparan, aunque sea tarde, a través de la Justicia los errores que cometen, vuelven a cometerlos. Pero, además, es ejemplar contar esto. Nosotros venimos denunciando lo que sufrimos desde hace muchos años, pero hubo una cantidad de gente que a lo mejor no ha podido por falta de posibilidades, de recursos, y hasta en algunos casos, de fuerza de ánimo. Creemos que tenemos la obligación, en representación del dolor de los miles de desaparecidos, de contar esto.
–¿Hay alguna reflexión sobre las razones del ataque que sufrieron?
–Es la pregunta de los mil millones de dólares y consideramos que esta respuesta nos la tiene que dar la Justicia. Algunos apuntan a una motivación económica. Y sí, nos robaron todo. Otros, a una cuestión de militancia. También está la hipótesis de la traición. Pero no alcanza. Podría contestarte desde el testimonio de miles de personas que conocieron a mis familiares: ¿militantes de qué eran? Yo fui uno, pero ¿ellos?, ¿militantes de qué? De la dignidad. Ahí está el testimonio de una sobreviviente que dijo que a mi abuela le dieron hasta reventar y no cantó ni el nombre de su nieto, o el de varios otros que lo cuentan a mi papá dándoles su dirección para que acudieran a él una vez libres, con la promesa de que los ayudaría a exiliarse. Ellos sufrieron, sin serlo, el campo de concentración y las torturas destinadas a los militantes y el destino de los que no aparecieron.
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