EL PAíS • SUBNOTA
› Por Eduardo Rinesi *
Surgido de las entretelas más sutiles del vasto cuerpo de ideas que albergó en su momento (en los años de su temprana militancia en las filas lideradas por su siempre reivindicado Jorge Abelardo Ramos) la llamada “izquierda nacional”, el pensamiento de Ernesto Laclau, que a lo largo de las décadas fue conquistando, en su diálogo con algunas de las más sutiles corrientes de la filosofía social y política contemporánea, una consistencia formal y terminológica fuera de lo común, nunca abandonó, sin embargo, sus motivos fundamentales y primeros: la pregunta por la naturaleza de los fenómenos populistas y la discusión en torno a la idea gramsciana de hegemonía.
Es cierto que en sus escritos de los últimos diez años la palabra “populismo” designa menos un tipo de organización política que una cierta “lógica” que, en su misma indeterminación, puede enseñarnos algo sobre la naturaleza de lo político como tal, y que la noción de hegemonía se ve complejizada gracias a los diversos aportes que Laclau había recogido de los campos del psicoanálisis, la lingüística y la retórica. Pero no lo es menos que es justo gracias a todos estos instrumentos diversos y dispares, que sabía articular con un rigor teórico no exento de gracia y de vocación provocadora, casi pendenciera, que Laclau pudo, en los años finales de su vida, encarar como lo hizo, con el interés y la originalidad con que lo hizo, la tarea de acompañar los fenómenos más interesantes y potentes de los que vienen signando esta singular hora latinoamericana. No parece que podamos seguir tratando de entender las peculiaridades y los retos de esta hora sin volver una y otra vez sobre sus textos.
* Rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
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