EL PAíS • SUBNOTA
La sorda batalla que se libra en el Pabellón MD2 de Bouwer entre Ernesto “Nabo” Barreiro y Héctor Pedro Vergez, alias Vargas, deja de vez en vez sus esquirlas en este juicio que ya entró en su tercer año. En este caso, la lista de 18 nombres y un 19 “innominado” –pero tildado de “pez gordo”– que habría sido enterrado cerca de la localidad de Villa Ciudad América, es ahora la arena del combate. Ocurre que todos los muertos habrían sido víctimas de Vergez y su patota del CLA. Crímenes previos a la llegada de Barreiro a Córdoba, a fines del ’75, principios del ’76. De allí que, sotto voce, las opiniones tanto de querellantes como de algunos defensores confluyan en que “Barreiro le está tirando los muertos a Vergez”. Más cuando en la lista de 19 desaparecidos que entregaron, la mayoría están en la llamada Causa Barreiro, aunque muchas serían víctimas de su rival, con lo cual El Nabo mata dos pájaros de un tiro: intenta soltar lastre y hundir (aún más) a Vergez.
Es notoria la tensión entre ellos cuando se topan en la sala del juicio. Queda abierta –todavía– la respuesta que dará a este misil el ex capitán Vargas, quien hasta fue separado de la zona del pabellón donde estaba recluido con sus cómplices, ya que en el verano pasado –hartos de sus exabruptos y comportamientos escatológicos–, gran parte de los cincuenta represores que allí conviven le dieron una paliza de la que debieron rescatarlo los guardias.
Vergez ya ha dado muestras de querer hablar. Un impulso que, en su momento, fue reprimido en pleno juicio por el mismísimo Menéndez, quien agitaba y levantaba su mano, desesperado, intentando acallarlo. Es que el ex capitán –sindicado como el ejecutor de la masacre de la familia de Mariano Pujadas, entre otras– se explayaba en esa audiencia tanto sobre cómo dormía o se caía de la cama Menéndez durante las noches; o se jactaba de conocer palmo a palmo el predio del campo de concentración de La Perla y “quererla como a una hija”. Tanta fue su verborragia que la querellante Marité Sánchez le preguntó si también conocía la ubicación de las fosas donde arrojaban a los fusilados. Vergez, socarrón, le contestó: “No pretenderá que conteste eso, doctora...”. Toda una afirmación por la negativa.
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