La expresión “voto estratégico” fue acunada en las ciencias sociales. El académico francés Maurice Duverger fue pionero en desarrollarla. Estudió cómo influyen (o intentan incidir) los sistemas electorales en el modo en que los ciudadanos deciden su voto. Son clásicos sus estudios sobre el ballottage implementado en su país, el tradicional. El legislador quiso inducir a los electores a pronunciarse de modo diferente en las dos vueltas. En la inicial, cualquier voto le suma al primero o le resta para que no se alce con un éxito irremontable. Cada cual puede inclinarse por su preferencia, el “voto expresivo” cuenta. En el segundo turno, hay que optar entre dos, entre los cuales tal vez no esté el predilecto. La propensión es acompañar a los propios colores o acompañar al “mal menor”.

El politólogo norteamericano Gary Cox estudió y refutó bastante a Duverger. Hurgó datos numéricos de sistemas políticos de surtidos países, variados también. Su principal obra, ya añeja también, se titula La coordinación estratégica de los sistemas electorales del mundo. El volumen es más largo que el título y más interesante para ayudar a pensar que para “comprarlo llave en mano”.

La experiencia comparada acredita que las reglas electorales formatean, en cierta medida, conductas racionales o pragmáticas de los votantes. Para eso se establecen, por lo pronto. Ningún régimen carece de intencionalidad en su génesis.

El impacto deseado en la conducta colectiva existe aunque no es automático, ni inevitable, ni constante en coyunturas diferentes.

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Todos los sistemas conllevan virtudes y defectos que se propagan al sistema político. Por ejemplo, la existencia de circunscripciones uninominales (en las que se elige un solo representante y por ende sólo la mayoría o primera minoría accede a puestos de gobierno) polarizan porque desalientan acompañar a terceras fuerzas... El influjo es muy palpable en Gran Bretaña y hay quien piensa que influyó en la gran elección reciente del primer ministro David Cameron.

En Chile se concentraba mucho la representación parlamentaria por un régimen binominal muy generoso con los dos primeros. Fue modificado recientemente con criterios más atentos a la pluralidad. Marco Enríquez Ominami fue candidato a presidente en 2009, superó el 20 por ciento del patrón y casi no tuvo representación parlamentaria. En la Argentina, en particular en Diputados, con ese caudal tendría una bancada numéricamente estimable.

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“Voto útil” supone la propensión del participante a querer intervenir decisivamente en la presidencial. Esto es, a expedirse entre quienes son potenciales ganadores. La idea es que se desperdicia el poder de decisión si no se interviene en la competencia principal.

El ciudadano puede inclinarse por acompañar a minorías, a sabiendas. Por ideología, por pertenencia, porque sirven para controlar, por “n” motivos. La presencia multicolor en el Congreso es un valor del sistema que también estará en disputa.

Los diputados Margarita Stolbizer y Nicolás Del Caño proponen una identificación ideológica arguyendo que sus rivales son igualmente nocivos, en particular a los tres primeros. La identidad y la fidelidad partidaria menguan según pasan los años pero no se extingue.

En su publicidad, Stolbizer se vale de la expresión “ganar” (en principio afín al voto útil) para convocar al que elige según sus valores y creencias.

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El jefe de Gobierno Mauricio Macri y el diputado Sergio Massa se enzarzan en polémicas acerca del “voto útil”. A veces, desmerecen la expresión, por juzgarla despectiva. Sin embargo ambos interpelan en pos de ese voto. Macri llamando a potenciar su segundo puesto para acceder al ballottage. Polarizar “de una”, que es uno de los objetivos del exótico ballottage de la Constitución de 1994.

El argumento de Massa es más sofisticado: alega que en el ballottage es más competitivo que Macri. Que sólo él puede ganarle a Scioli en esa instancia. O sea, acompañar a Mauricio el domingo 25 sería desperdiciar el voto, a mediano plazo. Las encuestas supuestamente le dan parte de razón aunque los consultores destacan la baja credibilidad de respuestas sobre un escenario hipotético y futuro, poco analizado por el encuestado.

Esta historia continuará y arrojará nuevos elementos cuando se recuenten los votos.