El Gobierno reaccionó ante la brutal represión en San Luis con una combinación de cautela y críticas moderadas. En respuesta al mote de “unitarios” que le habían hecho los aliados de Alberto Rodríguez Saá, los funcionarios del oficialismo –incluido el Presidente– recalcaron que esperan que “las instituciones provinciales sean capaces de volver a llevar el orden a las calles y paz a la sociedad”. En su réplica, el Gobierno diferenció la situación en San Luis de lo que pasó en Santiago del Estero. “Nosotros somos respetuosos de las autonomías provinciales, somos totalmente federales. El caso de Santiago fue distinto”, dijo Kirchner. Pero el Gobierno no sólo optó por la prudencia, también censuró la represión ordenada por la administración de Rodríguez Saá.
El encargado de hacer las declaraciones más comprometidas fue el ministro de Justicia, Gustavo Beliz. Ayer a la mañana, antes de asistir al velatorio de la madre del interventor de Santiago del Estero, Pablo Lanusse, Beliz condenó la represión que sufrieron los docentes de San Luis. “El gobierno nacional sigue muy de cerca todo lo que pueda referirse a situaciones de abuso, de violación a los derechos humanos, de pisoteo a las garantías individuales, que de ninguna manera pueden permanecer impunes y que también merecen un seguimiento muy atento”, aseguró.
La condena de Beliz –dijo que los hechos del viernes a la noche merecían “un repudio” y que no debían “permanecer impunes”– fue la única voz del Gobierno que se escuchó en ese sentido. La represión contra los docentes de San Luis fue la primera de ese tipo desde que Kirchner asumió la Presidencia –el único antecedente fue la ocupación de las estaciones de subte por parte de los piqueteros, que terminó con arrestos masivos–. Tal vez por eso, Beliz cuestionó la acción policial que terminó con unos veinte heridos y 51 detenidos, muchos de ellos menores. “No se puede estar ni golpeando ni maltratando, ni mucho menos generando un abuso de poder para reprimir a un grupo de ciudadanos que manifiestan”, dijo.
Mientras Beliz cuestionaba la represión, otros ministros aclaraban que la intervención está lejos de ser aplicada. “Hay que esperar a ver cómo reacciona la provincia. Porque para ordenar la intervención no alcanza con la acumulación de puntaje, ni que se vayan produciendo una serie de hechos, sino mirar el contexto, para ver la capacidad o incapacidad que tengan las instituciones de San Luis. Pero la situación de normalidad se quebró con los incidentes de ayer (por el viernes). Hay que tener presente que el remedio federal es objetivamente dar vuelta el orden institucional. Vamos a esperar un poco”, dijo el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en una entrevista del programa Reincidentes, de Radio Cooperativa.
También el ministro del Interior, Aníbal Fernández, se ocupó del tema un rato antes de que la policía reprimiera a todo aquel que protestara ante la gobernación de San Luis. “El Gobierno no tiene vocación intervencionista. Lo que no deja de hacer, lo mismo que en Santiago del Estero, es revisar y aceptar todas las presentaciones que se hacen”, aclaró. Pero aparte de hablar ante los medios, el Gobierno siguió la evolución del conflicto en el pago de los Rodríguez Saá. El viernes, Kirchner había ordenado al ministro de Educación, Daniel Filmus, para que mediara entre el gobernador de San Luis y los docentes de la provincia. Pero ayer, luego de la represión del viernes a la noche, en el Gobierno advertían que el viaje de Filmus podría postergarse hasta que la situación se tranquilice. “En estas condiciones de violencia no hay ninguna mediación”, confirmó el propio Filmus.
En el Gobierno no cayó bien que tras la represión del jueves a la noche en la Legislatura de San Luis –de donde fue desalojado violentamente un grupo de docentes– le siguiera otra represión, esta vez el viernes a la noche en la plaza céntrica y luego en toda la ciudad. Por eso, luego de que Rodríguez Saá anunciara por televisión que había llegado a un acuerdo con la Nación para descomprimir el conflicto, desde el Ejecutivo no mostraron ninguna disposición por cumplir con esa promesa. Más bien todo lo contrario.