EL PAíS
• SUBNOTA › TRES OPINIONES SOBRE LA PROPUESTA POR LA DEUDA
Los flancos sensibles que quedan abiertos
› Por Claudio Scaletta
La propuesta de renegociación de la deuda en default dejará nuevamente a la economía argentina en niveles de endeudamiento público cercanos al ciento por ciento del Producto Interno Bruto. La relación, sin embargo, es polémica, porque depende de la estabilidad del tipo de cambio. El resultado, en cualquier caso, será la necesidad de mantener temporalmente un elevado nivel de superávit presupuestario, que tendrá un piso del 3 por ciento del producto. A la vez, el desafío consistirá en que las elevadas transferencias de ahorro interno al exterior no afecten la tasa de inversión y, por lo tanto, de crecimiento. Una vez más, los equilibrios son delicados y las exigencias para la economía muy altas. Página/12 convocó a tres especialistas para que analicen estas relaciones.
Para el director del Iefe, Jorge Carrera, la relación deuda/PIB es excesivamente dependiente del tipo de cambio real. Por eso, es posible que se arranque con una relación más elevada de la que se tendrá en el mediano plazo. Carrera cree que mantener un superávit presupuestario del 3 por ciento del PIB puede ser factible. Una simulación realizada por el Iefe supone que con un dólar a 3 pesos, inflación bajo control y un crecimiento del PIB del 4 por ciento, hasta el 2007 podrían conseguirse 19.800 millones de dólares de superávit. Si las demás condiciones permaneciesen iguales, pero se creciese al 8 por ciento, se obtendrían 22.000 millones. En cambio, con un crecimiento del 3, pero un tipo de cambio de 2,10, se conseguirían 28.000 millones de dólares.
La conclusión es que la capacidad de pago es más sensible al tipo de cambio que al crecimiento. En este contexto, la clave es que se produzca cierta apreciación cambiaria y mantener una situación fiscal que además de intereses permita pagar capital. No obstante, advierte que no deberían tomarse compromisos de mediano y largo plazo sobre la base de las actuales condiciones favorables del ciclo económico. Antes bien, debería ahorrarse el excedente por sobre el 3 por ciento de superávit para pagos futuros (fondo anticíclico).
Para el economista de la CTA y actual diputado nacional Claudio Lozano, la nueva situación de la deuda tras la quita no será muy distinta de la que se tenía antes del default, pues equivaldrá otra vez a cerca de un año del producto. Además, la hipótesis de un superávit permanente del 3 por ciento del PIB “puede tener sentido en una economía que crece al 8 o 9 por ciento”. Para mantener este crecimiento, explicó, serían necesarias inversiones que dupliquen a las actuales para, así, superar el cuello de botella de un crecimiento de las importaciones que anulen el superávit comercial. Para ello, se requiere tanto un plazo de gracia como bajas tasas para los bonos, condiciones que, según cree, no estarán presentes en la nueva propuesta.
Además, Lozano prevé limitaciones en la reducción de la brecha social. Si todo sale bien y se crece de forma permanente al 3 por ciento, no alcanzará ni siquiera para cubrir la demanda de crecimiento del PIB emergente del crecimiento vegetativo de la población. En línea con la visión de la CTA, el economista sostuvo que no puede terminar bien lo que comenzó mal. Nunca se planteó la quita a los organismos, ni la revisión de las deudas a los acreedores internos privilegiados, concluyó.
Para el economista del grupo Fénix Benjamín Hopenhayn, la confrontación es la primera etapa de cualquier negociación internacional exitosa. “Los acuerdos llegan de madrugada.” La propuesta original de Dubai debería leerse en esta línea. La relación deuda/PIB emergente constituye además un indicador inadecuado, pues está sujeto a las variaciones cambiarias, agrega. En materia del análisis de la sustentabilidad de los pagos internacionales, la relación que importa es la de exportaciones sobre exigencia efectiva de pagos, vinculada a su vez con la capacidad de crecimiento. El nuevo equilibrio estará dado por lo que definió como triple brecha: la carga de la deuda sobre el balance comercial en el plano externo; sobre el presupuesto en el interna, y la brecha social, determinada por en qué medida el crecimiento se traducirá en mayor equidad.
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