Los conjueces que la semana pasada confirmaron la destitución de Eduardo Moliné O’Connor también ratificaron la facultad del Senado de suspender a jueces de la Corte Suprema durante el proceso de juicio político. En una resolución aparte, sin embargo, se pronunciaron a favor del ex supremo tenista: ordenaron devolverle los salarios correspondientes a los dos meses que estuvo suspendido en el cargo antes de su expulsión.
Moliné le pidió auxilio a la Corte Suprema cuando lo suspendieron y también después que lo echaron. Presentó varias apelaciones, pero sus antiguos compañeros del máximo tribunal se excusaron y por eso intervinieron conjueces, sorteados entre las cámaras federales de todo el país. La semana pasada rechazaron los recursos de queja con los que el ex magistrado pretendía que lo repusieran en el tribunal. Les había quedado pendiente la discusión sobre la suspensión y los haberes, que definieron ayer.
Por cinco votos contra cuatro, los jueces suplentes resolvieron avalar la facultad de la Cámara alta para suspender a miembros de la Corte aún antes de su posible remoción. Fue un debate reñido, que la semana pasada parecía encaminado a terminar exactamente al revés. La mayoría finalmente la integraron Jorge Morales, Ernesto Wayar, Gustavo Wagner Mitchell, Javier Leal de Ibarra y Mirta Tyden de Skanata. Votaron en disidencia, respaldando a Moliné, Alejandro Mosquera, Julio Frondizi, Arturo Pérez Petit y Rodolfo Fossatti.
En otro fallo, que fue unánime, los magistrados cuestionaron la modalidad de suspensión que dispuso el Senado para Moliné: era sin goce de sueldo y, a la vez, lo dejaba inhabilitado para ejercer la profesión de abogado. Eso, consideró el tribunal, le vedaba la posibilidad de tener un ingreso a través de su actividad laboral. Por eso ordenó devolverle los dos sueldos que no le pagaron, que totalizan alrededor de 25 mil pesos.
Con estas definiciones quedaron saldados todos los reclamos de Moliné ante la Justicia argentina. De todos modos, marcaron ciertas reglas para futuros enjuiciamientos, como el de Adolfo Vázquez, el único sobreviviente de la mayoría automática menemista.