EL PAíS
• SUBNOTA › EL GOBIERNO REPITIO QUE NO A REPRIMIR, PERO CRITICO DURAMENTE A CASTELLS
Esto es “maoísmo-trotskismo pelotudo”
› Por Martín Piqué
El grupo de desocupados se paró de espaldas a las cajas del McDonald’s de Pellegrini y Corrientes. Interrumpieron la venta de hamburguesas por varias horas. No se ganaron el premio de aparecer en la foto de “empleado del mes”, tampoco el afecto de los devoradores de fast-food. Pero lo que sí lograron fue generar un nuevo debate sobre la lucha piquetera. El incendio de la puerta de Repsol y la ocupación del local de comidas rápidas irritaron a empresarios y dirigentes políticos. Como hace un mes con el incidente ante Repsol, el reclamo al Gobierno fue que diera “instrucciones a las fuerzas de seguridad” para impedir acciones de ese tipo. El Ejecutivo respondió a través del ministro del Interior, Aníbal Fernández, quien criticó a Raúl Castells –organizador de la toma de los McDonald’s– pero reafirmó la decisión de “no reprimir”.
Un día después de las ocupaciones, el Gobierno insistió con su política de “no criminalizar la protesta”. “Ya se conoce nuestra política, nosotros no vamos a reprimir. Tenemos una decisión tomada y no va a variar. No queremos tener sangre, ni muertos o heridos”, aseguró el ministro del Interior en diálogo con Página/12. Hasta allí, Fernández mantuvo el discurso oficial sobre el fenómeno piquetero. Pero luego opinó que la Justicia debería haber actuado y no descartó que lo haga si se repiten hechos similares. “En cualquier momento van a meter preso a alguno”, pronosticó. “Si esas conductas están tipificadas por el Código Penal, basta denunciarlos y que se haga cargo la Justicia de sancionar a quien corresponda”, dijo a la agencia Télam.
Las declaraciones de Fernández se produjeron varios días después de un encuentro entre el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, con empresarios vinculados a la Iglesia (ver nota aparte). En esa reunión, Beliz escuchó cómo le reclamaban mayor actuación policial ante la movilización callejera de los desocupados. Tras la trascendencia que obtuvo el incidente de los McDonald’s –donde se tuvo que parar la venta pero no hubo destrozos–, no tardaron en llegar más voces alarmistas. La más conocida fue la de Ricardo López Murphy, aunque también se habló de que había comenzado “una escalada” de provocaciones. En esa serie de hechos se incluía el ingreso de veinte piqueteros a un salón del Sheraton, cuando por allí caminaban los dos enviados del FMI, John Dodsworth y John Thornton.
Eran muchas las voces que se sucedían y reforzaban, todas reclamando represión. Sin embargo, el Gobierno salió a contestar como si fuera un día común: sólo habló el ministro del Interior en una de sus habituales apariciones de fin de semana. Tratando de minimizar el tema, insistió con que “el camino elegido es el correcto”, en referencia a la decisión de no reprimir la protesta social. Y luego repitió los mismos argumentos en diálogo con este diario, aunque agregó críticas muy duras para el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (Mijd). “Esto es una política de agresión. Esta posición de Castells responde al maoísmotrotskismo pelotudo. Buscan el conflicto por el conflicto. En algún momento va a tener que dar cuentas de lo que está haciendo”, dijo.
–¿A qué se refiere con que “va a tener que dar cuentas”?
–En cualquier momento van a meter preso a alguien.
Esa frase es sólo una muestra de las diferencias que hay en el Gobierno –y también en el kirchnerismo– cuando se piensa en los piqueteros. Aunque no trascienda en público, no hay uniformidad de opiniones sobre cómo enfrentar el problema piquetero. En el gabinete prefieren poner el acento en que hechos como el de Repsol o McDonald’s terminan aislando más a los piqueteros del conjunto de la sociedad. “Cada vez mueven menos gente”, se jactan en la Rosada. Pero al mismo tiempo hay preocupación por el impacto internacional que puede tener este tipo de incidentes. Por otro lado, en los movimientos de desocupados cercanos al oficialismo se sospecha de la oportunidad de hechos políticos como el de ocupar los McDonald’s. Vaya uno a saber si es malicia o información, pero algunos kirchneristas sospechanque detrás de Castells y su repentino interés por los Big Mac’s está la larga mano de Eduardo Duhalde.
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