EL PAíS
• SUBNOTA › KIRCHNER Y CHAVEZ EN EL ASTILLERO RIO SANTIAGO
En busca del obrero perdido
› Por Martín Piqué
Las instalaciones del Astillero Río Santiago parecían la escenografía de una ópera, los vestigios de una Argentina perdida. Tres grúas tipo pluma de 100 metros cada una y dos buques en construcción daban un aire industrial más propio de otros tiempos. La imagen podría haber formado parte del libro Extinción de Dani Yako y Martín Caparrós, que testimoniaba en fotografías el país de las fábricas, las líneas de montaje y... los astilleros. Pero allí estaba Néstor Kirchner –acompañado por el venezolano Hugo Chávez, que aportaba el necesario toque épico– largando una frase como la de Neil Armstrong cuando pisó la Luna. “Hoy hemos dado un paso importantísimo”, dijo. Acababa de anunciar un acuerdo con Venezuela para que los buques petroleros de la empresa PDVSA sean reparados y construidos en el astillero de Ensenada.
“Qué lindo es estar acá, con la clase obrera argentina”, dijo Chávez enfundado en un sobretodo que lo protegía del frío. Colgados en los andamios de los barcos en construcción, agrupados entre banderas argentinas y venezolanas, los obreros del astillero vivaban al presidente bolivariano. “Chávez/Chávez”, gritaban. “Alerta que camina la espada de Bolívar por América latina”, cantaban mezclados con un grupo de piqueteros de los movimientos cercanos al Gobierno. El romance se selló cuando el venezolano recibió un casco amarillo y se lo colocó en la cabeza. Pero el entusiasmo de los trabajadores se debía, sobre todo, a la promesa de Chávez de que el astillero construiría ocho tanques petroleros para PDVSA. Desde el palco instalado entre dos plataformas, el venezolano contó que su país importa desde Estados Unidos “alrededor de 5000 millones de dólares en bienes y servicios como tuberías y válvulas”. Luego dijo que pretendía que el “25 por ciento de eso se haga desde Argentina y Brasil”. Los trabajadores festejaron el anuncio. En Ensenada trabajan 2200 personas: en este momento están construyendo un carguero para un armador alemán por unos 13 millones de dólares. En el año ’92 el astillero pasó de la Nación –dependía del Ministerio de Defensa– a la provincia de Buenos Aires. La provincialización, que coincidió con la peor crisis del sector naval, fue el mal menor ante el proyecto privatizador. En aquel momento, 1600 trabajadores se acogieron al retiro voluntario. Tras el éxodo quedaron 1100 operarios, la mitad del plantel actual.
Muchos de esos obreros que siguieron trabajando lideraron una de las primeras luchas gremiales de los noventa. Algunos de ellos recordaban una marcha a la Bolsa de Comercio en repudio al poder financiero, a las privatizaciones y al vaciamiento de Río Santiago. “Fuimos pioneros”, comentó a Página/12 un miembro de la comisión fiscalizadora en representación de los trabajadores. La historia se parece a la de los mineros ingleses de la película Tocando en el viento, donde una mina de carbón era víctima de la ortodoxia de Margaret Thatcher. Los dirigentes que se codeaban en el palco estaban al tanto de esa historia y hacían (notorios) esfuerzos por demostrarlo. “Queridos trabajadores, esto es una enorme fiesta”, repetía un exultante Felipe Solá.
El optimismo se reflejaba en el escenario, donde Kirchner y Chávez estaban acompañados por Julio De Vido, el ministro de Minas venezolano Rafael Ramírez, los dirigentes de la CTA Edgardo De Petris (que lidera una agrupación piquetera kirchnerista) y Pablo Micheli, varios ministros bonaerenses e intendentes de la zona. “Este acuerdo generará trabajo y crecimiento para nuestros pueblos”, prometió Kirchner tras agradecerle a “Hugo” por su presencia. El acuerdo con PDVSA alivió las dudas de los obreros, que estaban preocupados por el futuro inmediato: el temor era que tras finalizar el carguero que están construyendo bajara mucho la actividad. Si las promesas se cumplen, en Ensenada no faltará el trabajo. Los trabajadores lo tienen claro, los directivos del astillero –donde hay intereses enfrentados del PJ bonaerense–, también.
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