Vie 12.04.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › EL PJ DEBIO CONVENCER A LOS PROPIOS PARA APROBAR EL PACTO FISCAL

¿Peronistas? Peronistas somos todos

› Por Felipe Yapur

Tras la votación en el recinto no hubo aplausos. Tampoco caras de felicidad, de satisfacción. Sí rostros con huellas de agotamiento fruto de las negociaciones que debieron realizar para conseguir alinear al bloque del PJ y darle al presidente Eduardo Duhalde la ratificación parlamentaria del Pacto Fiscal. Con ello, el Gobierno consiguió la primera ley de la nueva seguidilla exigida por el Fondo Monetario Internacional. Sin mucho entusiasmo por el logro alcanzado, en el bloque oficialista juran que las próximas normas –quiebras y subversión económica– costarán “lágrimas de sangre”.
El proyecto generó problemas desde el mismo momento en que ingresó a la Cámara de Diputados. Los justicialistas necesitaron de sus socios radicales y del Frepaso para imponer el tema durante una accidentada reunión de Labor Parlamentaria, el ámbito donde se acuerda el orden del día de la sesión. Pero allí no terminaron los inconvenientes. En ese mismo momento los gobernadores del PJ estaban reunidos en el Consejo Federal de Inversiones (CFI). Y desde allí no emitían buenas noticias. Un grupo de mandatarios provinciales, entre los que sobresalían Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota, pugnaban porque los diputados no aprueben el Pacto Fiscal porque “había perdido vigencia fruto de los incumplimientos de la Nación”.
A la negativa de estos gobernadores, también se sumó –según trascendió– la de los mandatarios de Santa Cruz, Néstor Kirchner y la puntana Alicia Lemme. Esto desató fuertes operaciones desde el Gobierno para desactivar el freno a la ratificación del Pacto Fiscal. El duhaldismo entendía que la no aprobación de la norma podría convertirse en un verdadero desastre para el gobierno que tiene metido en sus libros contables a la misión del FMI.
Uno de los más activos en esta operación fue el ministro del Interior, Rodolfo Gabrielli, quien estuvo a punto de desembarcar en la Cámara baja cerca de las una de la mañana cuando parecía que la iniciativa del gobierno corría riesgo de naufragar.
Mientras se sucedían los extensos discursos a favor del voto abstencionista en la cuestión Cuba, los justicialistas aprovechaban para contar y recontar voluntades. Necesitaban mayoría calificada, 129 votos positivos. Una de las más entusiastas a la hora de “contar los porotos” era la duhaldista Graciela Caamaño, quien obligaba a sus colaboradores no sólo a hacer las cuentas, sino también a buscar aquellos legisladores que no se encontraban en el recinto.
Los minutos corrían y el rostro del manzano-menemista y presidente de la Comisión de Hacienda, Jorge Matzkin, daba cuenta de su preocupación. Poco antes de que se apruebe la iniciativa del proyecto Cuba, Matzkin se acercó hasta el sitial del presidente del cuerpo, miró fijo a Eduardo Camaño, puso su mano derecha sobre su cara y abrió cuatro dedos, era la cantidad de votos que le faltaban. Sorpresivamente, el duhaldista Camaño dejó que los discursos se extendieran más de la cuenta. Todo sea para ganar minutos.
Si Gabrielli era el encargado de ablandar a los gobernadores, para convencer a los legisladores del PJ más remisos el responsable fue el secretario de Hacienda, Oscar Lamberto, quien llegó enfundado en una campera color mostaza al recinto para calmar a los revoltosos.
Cuando comenzaron a debatir el Pacto Fiscal, Gabrielli ya había convencido a De la Sota. Esto se notó en el recinto porque de repente los legisladores cordobeses comenzaron a cambiar de actitud en sus bancas. El último en aflojar fue Reutemann. Y con ello ya no fue necesario hacer el mismo trabajo con los santacruceños y puntanos. Es que al frente, en los bloques radicales y frepasistas estaba todo listo. A las cuatro de la mañana, Camaño dio la orden de votar. De nada sirvieron los discursos de la oposición acerca de la perjudicial que resultaron los pactos fiscales para las provincias, como el del justicialista Sergio Acevedo. Fueron 149 los legisladores que votaron afirmativamente, número más que suficiente para aprobar la primera de las leyes que exige el FMI.

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