EL PAíS
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Aprender del dolor, pero tarde
Por Fernando Melillo *
Estructuralmente, y desde hace casi 30 años, nuestro país viene dando vuelta el orden de progreso social que habíamos conquistado: hoy los hijos y los nietos viven peor que sus padres y abuelos. Pero este proceso estructural se plasmó en distintos momentos a través de acontecimientos trágicos que devoraron vidas de jóvenes.
Sin embargo, aun así aprendimos tarde. Porque no fue la muerte de 30 mil personas, la mayoría jóvenes, durante la dictadura genocida la que nos llevó a recuperar la democracia y la vigencia de los derechos humanos, sino la absurda guerra de Malvinas con la muerte otra vez de cientos de jóvenes. Y no fue la muerte de cientos de jóvenes no profesionales de las armas frente a un ejército altamente entrenado como el británico lo que nos llevó a suprimir el servicio militar obligatorio, sino el abuso y la tortura hasta la muerte del soldado Carrasco.
Es hora tal vez, con la tragedia de Cromañón, y si algo hemos aprendido, que sea de esta propia tragedia y no de un nuevo acontecimiento siniestro que veamos la responsabilidad que tiene el Estado de funcionar con eficacia y especialmente en los controles que pongan límites a un empresariado que en muchos casos no titubea en poner en riesgo la vida de las personas con tal de maximizar su lucro.
Las sociedades y sus dirigentes pueden aprender por dolor o por lucidez, y eso sólo ocurre si son capaces de mirarse al espejo y no de huir hacia delante.
Frente a la tragedia de Cromañón, por lo tanto, no es momento de entrar en una apestosa politización donde se discute el poder, sino de darles un poco de paz a los familiares frente a lo irreparable y un poco de tranquilidad a la sociedad, y de poder recuperar la dignidad de ser dirigentes políticos, haciendo que si una vez más tenemos que aprender del dolor, por lo menos esta vez pueda comenzar ya el Nunca Más.
* Legislador, presidente del ARI Capital.
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