EL PAíS
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Un silencio sospechoso
Por Fortunato Malimacci *
La mayoría de los analistas hacen el planteo al revés y dicen que Baseotto está solo, por eso no lo apoyaron desde la Iglesia. Pero hay que pensarlo desde el otro lado: nadie de la Iglesia salió a decir una palabra en su contra. Sería esperanzador que hubiera algún dirigente católico local o internacional que fuera capaz de invertir los conceptos. Preguntar por qué tomaron esta actitud es no conocer a la Iglesia Católica. Funciona como un cuerpo en el que se tratan de defender unos a otros y no son capaces de aceptar una opinión pública disidente con sus creencias. El 1º de marzo de 2003, un grupo numeroso de sacerdotes y organismos de Derechos Humanos les pidió a los obispos argentinos que tomaran una sanción contra Baseotto, que fue a pedir a la Corte Suprema que no anulara las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Y no dijeron nada, hicieron un total silencio.
En la misa por los Muertos por la Patria del 10 de diciembre de 2004, en un tramo de su discurso dice “y en este marco pedimos hoy por quienes fueron víctimas del terrorismo y la subversión”, entre cuyos integrantes “hubo idealistas y delincuentes. Fue una guerra, y es imposible evitar los excesos en una guerra”. Este obispo realiza este tipo de declaraciones continuamente a las Fuerzas Armadas. Un estado democrático no puede admitir que este señor esté en el obispado castrense. Pero si hay algo que me preocupa más es que ni desde el nuncio ni desde la Conferencia Episcopal Argentina haya salido alguien a desmentirlo. ¿Será que están todos de acuerdo? ¿Será que piensan lo mismo? No está solo Baseotto.
Dado que el catolicismo argentino no es capaz de autocriticarse y sancionar a los que cometen este tipo de infamias, es muy importante que sea el propio Estado el que defiende los valores democráticos y los Derechos Humanos sancionando a este tipo de persona. Por eso estoy totalmente de acuerdo con la decisión del Gobierno. Es importante que tenga una política activa con respecto a pronunciamientos de unos obispos que transitan el área de lo delictivo. A su vez, la metáfora de tirar a alguien al mar con una piedra atada nos retrotrae a los años de la dictadura. Esa no es una metáfora casual, sigue mostrando las complicidades que hubo y que hay entre sectores militares y del catolicismo que no son capaces de aceptar la democracia. No ayudan a la convivencia ni a la pluralidad. Espero que por este caso no haya una crisis entre la Iglesia y el Estado. Espero que los espíritus democráticos primen sobre los intolerantes y se llegue a una solución, que es la de sacar a este obispo.
Sus palabras son ofensivas para aquellos que creemos en la democracia, la pluralidad y el respeto, y para aquellos que sufrieron el terrorismo de Estado de la dictadura militar al mencionar lo de atar una piedra. Las posturas de Baseotto, en la medida en que no son criticadas, le hacen un enorme daño a la credibilidad de la Iglesia Católica. Es clarísimo, innegable. Lo mismo sucede con los partidos políticos cuando cometen infamias y no se retractan.
* Sociólogo.
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