EL PAíS
• SUBNOTA › ENTREVISTA CON ROMINA TEJERINA EN LA PRISION
“Cuando salga voy a ser otra”
› Por F. D.
“Esto que estoy sufriendo no se lo deseo a nadie. Pero sé que cuando salga de aquí voy a ser otra. Hasta que me pasó lo que me pasó, yo vivía en la boludez, sólo me importaba pintarme, vestirme bien e ir a bailar. Ahora me doy cuenta de que el día que esté afuera voy a ponerme a pelear para que otras chicas no tengan que pasar por esto.” Romina habla con sencillez y naturalidad. Le costó decidirse a recibir en exclusiva a Página/12, “porque algunos periodistas me hicieron mucho daño”, pero no tarda en entrar en confianza. Bien vestida y arreglada, como si estuviese en alguna esquina céntrica de San Salvador (“yo no me visto de presa; me toca estar acá pero igual me gusta verme bien, no dejo de ser mujer por estar detenida”, dice), prefiere no abundar en detalles sobre “lo que me pasó” (eufemismo que la exime de referirse a la violación que sufrió y al asesinato de su bebé en un brote psicótico) y se concentra en contar cómo es su vida ahora, que lleva dos años y siete meses presa y le quedan –en el caso de que no prospere la apelación que efectuaron sus abogados– aproximadamente cuatro años y cinco meses hasta una eventual libertad condicional.
“Estoy mejor que cuando llegué. El primer día, cuando volví acá después de la sentencia, estaba decidida a matarme. Después se me fue la idea de la muerte, pero no paraba de llorar. Ahora vivo esperando salir, pero me apoyo mucho en mi familia y en mi psicóloga.”
El penal Nº 3 de Mujeres de San Salvador está alejado del centro, y funciona como una suerte de granja de reclusión. Sólo viven allí 51 internas (cuatro de ellas tienen a sus hijos pequeños viviendo en la cárcel), que dividen sus horas entre los pabellones y la “ranchada”. Las condiciones de detención son, a simple vista, “menos malas” que las de cualquier penal de una gran ciudad, incluida Buenos Aires. A Romina le asignaron la atención de un kiosco, tarea que la ayuda en la sociabilidad y le permite ganar puntos en el terreno de la “buena conducta”. “Trabajar me hace bien y siento que soy útil. Además, desde que estoy yo, se vende mucho más...” Una sonrisa pícara ilumina su cara. Más allá de que el kiosco está bien surtido (galletitas, gaseosas, cigarrillos), todos saben que ella está allí. Vienen a comprar hasta desde el penal de menores (varones) que está al lado. “Algunos me llaman por teléfono desde el penal Gorriti (a unos pocos kilómetros de allí) o me mandan alfajores de regalo. Me dicen que tenían otra idea de mí: creían que era una cheta agrandada, pero se dan cuenta de que no. Lo que pasa es que los que me vieron por televisión se llevaron una mala imagen. A veces hago gestos feos, que no me ayudan nada, parezco medio asquerosita, pero nada que ver, soy una chica sencilla.”
Poco después reconocerá que no siempre fue una chica sencilla. “Tenía mis cosas: mi hermana Mirtha iba a las marchas, a los cortes de ruta y a mí me daba mucho asco el olor de las gomas quemadas, no me gustaban nada los piqueteros ni nada de eso. Y fijate lo que son las vueltas de la vida. Después de lo que me pasó, esa gente que a mí no me gustaba es la que más me ayudó con su lucha. Hoy los veo de otro modo y les estoy eternamente agradecida.” También se siente profundamente conmovida por la visita de León. “Me da un poco de vergüenza, como jujeña, que la Justicia de acá lo haya hecho venirse desde Buenos Aires. Y tenerlo acá es un sueño. La primera vez que escuché ‘Santa Tejerina’ me puse a llorar. ¿Una canción para mí? ¿León Gieco dedicándome un tema? Me acuerdo que lo pasaron por la tele. Mostraban imágenes del juicio y pasaban la canción y ponían la letra. Le pedí a mi hermana que me comprara el disco y me consiguió uno trucho.” En Jujuy prácticamente no hay distribución oficial de discos. Cuando la visitó León ayer por la tarde, le regaló un original, toda una rareza por estos pagos. Escuchar música es uno de sus pasatiempos favoritos. “Mirá si habré cambiado acá que hasta cambié mis gustos. Antes lo que más me gustaba era la cumbia. Ahora escucho mucho rock nacional. Mi banda preferida es la Bersuit.”
Además de un grabador para escuchar música, tiene un televisor, que no prende nunca. “No me gusta, y tampoco tengo tiempo. Estoy todo el día en el kiosco, y cuando no trabajo, me gusta mucho escribir. Estoy haciendo algo así como un diario íntimo. Ahí cuento todo lo que siento. También me gustaría leer más, pero no tengo libros. A veces me llegan los diarios.” Tiene una cuenta pendiente, que es terminar el secundario (“me falta quinto año”) y un sueño: “Quisiera ser abogada. Creo que así podría ayudar a mucha gente. Cuando viene mi abogada (Mariana Vargas) le pregunto cosas porque quiero aprender”. Sólo pierde la compostura cuando se le menciona a Vargas, su presunto violador (ha sido sobreseído en primera instancia, sentencia que ha sido apelada). “Si lo viera, no sé, lo escupiría en la cara, le diría de todo, después de lo que hizo, encima dijo un montón de mentiras. Ahora no puede ni aparecer por los lugares por donde andaba. La gente lo condenó.”
Romina dice que este calvario que está viviendo le sirvió para unir a su familia. “Siento que ahora realmente somos una familia. Antes no. Mi madre me pegaba. Y mi padre no, pero sus palabras me dolían más que los golpes. Para él, salir como yo salía era salir como una puta. Mucha gente piensa así en esta ciudad. Recién ahora se está tomando conciencia. Y mi familia tomó conciencia. Mis hermanas y mis padres están conmigo y ese apoyo me permite seguir adelante.” Romina sabe que no puede volver atrás. El destino trazó para ella un recorrido. Pero si pudiera retroceder en el tiempo, cambiaría algunas cosas: “Me arrepiento por ejemplo de haberme ido de la casa de mis padres. A pesar de que me fui a vivir con mis hermanas y ellas fueron muy buenas conmigo, con mis padres habría estado más protegida. Pero también para eso hubiera necesitado que mis padres me tuvieran más confianza y que yo les tuviera más confianza a ellos. Así hubiese podido contarles lo que me pasaba. Ahora ya es tarde. Pero recuperé la confianza en mi familia.”
Nota madre
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