Jue 22.09.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › MURIO OTILIA LESCANO, UNA FUNDADORA DE ABUELAS

Adiós a una abuela de todos

› Por Camilo Ratti
Desde Córdoba

Otilia Lescano, docente, gremialista y fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba, falleció ayer a los 91 años. Santiagueña de nacimiento y cordobesa por adopción, “la abuela de todos” fue un símbolo de la lucha por los derechos humanos y marcó el camino de varias generaciones. La búsqueda de uno de sus nietos, que hasta hoy no pudo ser restituido, la empujó a poner el cuerpo y el alma para encontrar a tantos otros que sí recuperaron su verdadera identidad. Aunque estaba lúcida y nadie esperaba su muerte, “estaba un poco cansada de no poder levantarse de la cama”, le dijo a este diario Martín Fresneda, uno de sus nietos y abogado de H.I.J.O.S.
“Cuando íbamos a Buenos Aires, en los primeros años de la dictadura, las otras madres nos decían ‘ahí vienen las pechadoras de Córdoba’, porque éramos tozudas, arrolladoras, y especialmente Otilia”, recordó ayer a Página/12 Sonia Torres, fundadora junto a Lescano e Irma Molina de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba.
Militante, sencilla, comprometida, nació en Santiago del Estero, pero de joven llegó a Córdoba para ser maestra de piano. Casada dos veces por la muerte de su primer esposo, no bien empezó a trabajar evidenció su compromiso y militancia. Delegada y gremialista durante casi treinta años de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC), fundó Abuelas cuando secuestraron y desaparecieron el 8 de junio de 1977 en Mar del Plata a Mercedes, una de sus hijas, y a Tomás Fresneda, su yerno, en el hecho recordado como “La noche de las corbatas”, por el secuestro de varios abogados.
“A pesar de haber perdido a siete familiares en la dictadura, mi abuela nos dejó lo mejor que tuvo, su sentido de la vida y la lucha por su gente, por su país, motivos por los cuales murieron sus hijos”, decía ayer en el local de H.I.J.O.S. (donde la velaron) Martín Fresneda, uno de sus nietos y abogado de esta agrupación, que fue testigo de una peregrinación que se acercó para darle el último adiós a “la abuela de todos”.
“Fue una compañera para todo el campo popular, por eso la vamos a extrañar muchísimo. Lo único que lamento es que nunca haya podido encontrar a su nieta, a mi hermana nacida en cautiverio”, agregó Fresneda, orgulloso de continuar el trabajo emprendido por su abuela hace tres décadas. “El día que metimos preso a Menéndez, se puso a llorar”, contó Martín. Envuelta en su pañuelo blanco, con sus prendedores de militante en el pecho, y acompañada por todos los que la conocieron y la amaron, Otilia decidió irse después de haber echado luz al camino que queda por recorrer.

Nota madre

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