Jue 06.06.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › COMO SE COCINA CADA UNO DE LOS ANIMALES

“El gato se condimenta con ajo”

Pato es el vecino más cercano de Pepe. Viven debajo de unas chapas en la esquina de Bermejo y la calle 173. En sus piezas no hay gas ni caños de calefacción. Pato tiene un tacho con unos cubos de leña prendidos y Pepe todavía no tiene nada porque tampoco siente frío. Uno vivió en el IAPI desde siempre; Pepe en cambio es tucumano y llegó al barrio después de tener una mujer, algunos hijos y recorrer buena parte de la selva paraguaya. Los dos son botelleros, pero se hicieron expertos en la selección de la comida arrojada frente a algunos restaurantes de Avellaneda. Además tienen otra especialidad: son, tal vez, los mejores asadores de caballos, ratas, gatos y todo animal que ande a disposición en los descampados del barrio para la hora de almorzar.
A Pepe le gusta el gato en “carne de estofado”. Y en el tema de los cortes, los gatos no parecen tener más problemas que los de cualquier otro animal. “Cuchillo de punta, afilado –va dictando– y un tajo adentro en el pecho de punta a punta, como se hace en el campo.” Para todo eso será necesario, primero, que el animal ya esté muerto. No indica el tipo de herramienta necesaria para matarlo pero distingue el cuchillo de la sierra de faenar. Uno sirve para los gatos, las ratas y todos los animales más chicos. La sierra en cambio se usa con los caballos.
Los dos vecinos están parados ahora sobre la calle. Caminan detrás de los vecinos del barrio. Mientras avanza, Pepe sigue con la secuencia del gato y los pasos para su cocción: “Con la carne del gato hay que ser más paciente: una hora de cocción, vuelta y vuelta, bien despacio a fuego lento. Puede condimentarse con ajo o con alguna otra cosa, eso va de acuerdo al gusto de cada quien”.
La señora de Quiroz está en el gabinete pedagógico de la escuela. Las maestras la llamaron para preguntarle sobre otra de las madres que comenzó a usar algunas ratas en las comidas. “Ella asegura que las lava primero con lavandina y después con el fuego les va sacando toda la infección.” Las dos mujeres se encontraron hace unos días. La señora de Quiroz se estremeció cuando escuchó la historia de las ratas, le ofreció medio kilo de pan y algo para comer. Aquella mujer le dio las gracias, porque esa comida serviría para sus hijos más grandes: “Pero a los bebés –le dijo entonces– cagarlos de hambre no los pienso cagar: sino tengo nada les voy a dar ratas”.
Desde hace un rato, Gonzalo, Nadia y Adriana están sentados en uno de los bancos del noveno grado de la escuela. Gonzalo cuenta que estuvo en la laguna, cerca de los basurales: allí las ratas se corren con bolsas improvisadas para cazar.

Nota madre

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