Mié 18.01.2006

EL PAíS • SUBNOTA  › LA COMUNIDAD BOLIVIANA SE HIZO VER Y SENTIR EN SU FESTEJO

La Plaza al son de erkes y de sikus

› Por M. J.

Los primeros en llegar a Plaza de Mayo fueron los grupos de los pueblos originarios. Se agolparon en las escalinatas del Banco Central para tener una buena vista de la explanada de la Casa Rosada, por donde el presidente electo de Bolivia ingresaría para entrevistarse con Néstor Kirchner. Graciela –“una potoseña” que hace décadas vive en la Argentina– se paró sobre el cordón de la vereda con una pequeña pancarta “para el Evo” escrita en lengua aymara: “Ana sua, ana lulla, ana kella”. Ya dentro de la Rosada y frente a los periodistas, Evo Morales dijo que gobernaría con la ley de sus ancestros que reproducía la pancarta de Graciela: “No robes, no mientas, no seas flojo”.

Cinco minutos antes de las diez de la mañana, cuando Morales llegó a Casa de Gobierno, la gente ocupaba toda la esquina de Balcarce y Rivadavia. Allí se mezclaba el colorido de los trajes tipicos del Altiplano, el multicolor de la bandera de los pueblos originarios, las banderas argentinas y bolivianas junto a las pancartas de bienvenida, buenos augurios y reclamos.

“Fuerza Evo Morales para reconstruir un país justo y humano con diversidad étnica y cultural, incluyende y descolonizado”, rezaba uno de los carteles que llevaba la firma de las agrupaciones indígenas. Al lado, un joven que llegó desde la villa 11-14 sostenía una pancarta del Movimiento Jarecherú por los Derechos Humanos con la imagen de un icono para argentinos y bolivianos, el Che. Pero la leyenda era un reclamo para ambos países: “Al Estado boliviano, no niegue más nuestra existencia. Al Estado argentino, no criminalice más a los bolivianos por su condición social”.

Muy cerca, un numeroso grupo cantaba y bailaba al son de los sikus y los erkes, un instrumento que las comunidades indígenas usaban sólo para dos hechos especiales: la guerra y las cosechas. La letra expresaba su sentimiento y la paciencia que heredaron de sus ancestros. Cantaban a los cinco siglos de “coraje y resistencia” frente al colonizador que no pudo con sus credos ni esperanzas y que jamás los podrá dominar aunque tengan que esperar otros cinco siglos para conseguir su libertad.

“Queremos justicia para la comunidad boliviana de Escobar”, decía un cartel que quería que cese la intervención de la Inspección General de Justicia en su organización social. La Cámara Central de Talleristas del Bajo Flores reclamaba “igualdad” para los bolivianos que trabajan “legalmente” en la industria de la indumentaria. Otra pancarta decía que “la guerra del gas” debía ser con y no contra la Argentina. Pedía la “nacionalización de los hidrocarburos” y “nuevos tratados con nuevos socios interesados en la explotación e industrialización” de Bolivia.

Con el correr de las horas, centenares de personas ya ocupaban la calle Balcarce a lo largo de todo el vallado instalado frente a la Casa de Gobierno. A los pueblos originarios se sumaron contingentes de la comunidad boliviana en nuestro país que llegaron desde el conurbano y distintos barrios de Capital; y las organizaciones kirchneristas Barrios de Pie, Frente Barrial 19 de Diciembre y Martín Fierro.

En medio de un clima festivo, todos querían ver a Morales y algunos miraban hacia arriba con la fantasía de que Evo saldría a saludarlos desde el balcón de la Rosada. Pasado el mediodía, Morales se acercó hasta las vallas para saludar a la gente, pero sólo unos pocos llegaron a verlo de cerca y hasta lograron estrecharle la mano, en el raudo regreso que Morales emprendió hacia su país tras algo más de tres horas en Argentina. En la desconcentración, Mario, que vive desde hace 20 años en nuestro país –“desde los 13”– le confió a Página/12: “Esperemos que todo le salga bien a Evo y que genere trabajo. Si nosotros no podemos volver, al menos que nuestros hijos tengan esperanza de hacerlo”.

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