Jue 23.02.2006

EL PAíS • SUBNOTA  › EN PRESIDENCIA SIGUIERON EL DEBATE POR TV

Crónica de una sesión anunciada

› Por Diego Schurman

En un televisor de generosas pulgadas Néstor Kirchner relojeaba de tanto en tanto el debate en Diputados. Alberto Fernández iba y venía de su despacho, contiguo al presidencial, con novedades, algunas de ellas ajenas a la discusión sobre la reforma del Consejo de la Magistratura. Pero cada tanto, el jefe de Gabinete también reparaba en las imágenes que devolvía el canal de cable TN. Los dos transmitían la sensación de estar viendo la crónica de una sesión anunciada. Sabían que el proyecto oficial más cuestionado por la sociedad iba a ser aprobado sin demasiados sobresaltos.

La tranquilidad de Kirchner fue alimentada a cuentagotas por Fernández. El jefe de Gabinete le acercó el martes un ábaco con las cuentas de los duhaldistas que se iban a encolumnar con la Casa Rosada. La actitud del poderoso Bloque Federal fue crucial en la votación.

Su titular, José María Díaz Bancalari, demostró verticalidad. Y, como en aquellos no tan viejos tiempos en que Duhalde y Kirchner eran sinónimos, respondió a los asiduos llamados de Fernández. Así, el funcionario K se fue enterando de los nombres y apellidos que finalmente terminarían aprobando el controvertido proyecto.

Más silenciosamente, aunque no por eso menos comprometido con la iniciativa oficial, Aníbal Fernández también trabajó ardorosamente para convencer a los diputados. El ministro del Interior conoce con suficiencia el paño bonaerense.

“No había riesgo. Sabíamos desde ayer (por anteayer) que contábamos con alrededor de 150 votos”, confesó a Página/12 una alta fuente de la Casa Rosada.

La previsibilidad no amilanó los festejos. Si bien con tono moderado, Kirchner telefoneó a su mujer Cristina para felicitarla. La senadora y primera dama, quien llegó ayer mismo de París y se refugió en la residencia de Olivos, es la autora del texto que generó duras reflexiones de la oposición, al punto de considerarlo –en el caso de Elisa Carrió– como una garantía de la impunidad del poder.

“Sentimos que es un avance, nada más. Y realmente creemos que hubo interpretaciones maliciosas”, reflexionó anoche ante la prensa un sedado Alberto Fernández, como aquel boxeador que modera el ánimo exacerbado una vez transcurrida la pelea.

Cuando expiraba la jornada, Kirchner siguió con esa prédica que lo acompaña desde la víspera. Habló del “golpe a las corporaciones”, aludiendo a los intereses de los abogados y la familia judicial. Y, para mostrar equilibrio entre los poderes, repitió que la reformulación del Consejo es la muerte del Pacto de Olivos, o sea, de la corporación política.

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