EL PAíS • SUBNOTA
Falleció el domingo en la cárcel de Devoto, a causa de una septicemia. Tenía 58 años y esperaba el juicio oral por la desaparición de la pareja Hlaczik-Poblete. El represor estaba acusado de 160 secuestros y desapariciones ocurridas en el Club Atlético y El Olimpo.
› Por Susana Viau
Al parecer fue el domingo, a las 22.20, en el hospital de la U2, el de la cárcel de Devoto, a causa de una septicemia. Juan Antonio Del Cerro, “Colores”, tenía 58 años y esperaba que un tribunal oral juzgara su participación en el secuestro y desaparición de la pareja formada por Gertrudis Hlaczik y José Poblete y el robo de Claudia, la hija de ambos. También se encontraba involucrado en la megacausa que instruye el juez federal Daniel Rafecas por violaciones a los derechos humanos cometidas en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército. En total, el oscuro auxiliar segundo de Inteligencia de la Policía Federal estaba acusado de 160 secuestros y desapariciones ocurridas en los centros clandestinos de detención conocidos como el Club Atlético y El Olimpo (ubicado en Floresta, en el predio donde funcionaba la División Automotores de la Federal).
Del Cerro era, en verdad, un hombrecillo gris para sus vecinos que creían que su pertenencia a la Federal eran habladurías y lo consideraban uno de los tantos civiles sin oficio ni beneficio que la SIDE usaba de lenguaraces. Sin embargo, el pequeño Del Cerro se agrandaba en El Olimpo, sentía crecer su importancia ordenando a los detenidos que arreglaran la picana u obligando a Poblete a sacarse las piernas ortopédicas porque le divertía verlo arrastrarse o pasarle corriente eléctrica en los muñones. Dicen los sobrevivientes que la condición de chileno del secuestrado no hacía más que aumentar el ensañamiento de los administradores de El Olimpo.
En Adrogué, donde vivía, Del Cerro era simplemente Toni, un tipo demasiado torpe para ser un buen tenista, como pretendía, y demasiado insignificante para pertenecer a los círculos áulicos que frecuentaba, por ejemplo, Eduardo Moliné O’Connor, un jugador frustrado, un abogado sin méritos que devendría con el tiempo, y gracias al parentesco político, ministro de la Corte. Toni, en El Olimpo, era Colores, y hay quienes suponen que el alias constituía un tributo a su pelo, rojo como una llamarada. Cuando la dictadura militar abandonó la escena, el pueblo se llevó una sorpresa mayúscula al descubrir que entre ellos había convivido el Paqui Foresi y que el gordito Toni era, en realidad, el perverso Colores, acusado por entonces de someter a torturas a siete secuestrados.
Una mañana de junio de 1987 salió del penal de Magdalena. Había recobrado la libertad en virtud de la aplicación de la ley de obediencia debida. Pese al prestigio de su suegro, escritor, miembro de la Academia Argentina de Letras, ganador de premios importantes y profesor de literatura en varias universidades, Toni o, si se prefiere, Colores, tuvo que salir a ganarse la vida vendiendo baterías de cocina puerta por puerta. De todos modos, a su manera, disfrutaba de la vida.
Hace casi diez años, Colores, sin dar la cara pero identificándose con nombre y apellido, decidió romper el silencio. Lo mostraron las cámaras de Canal 2, en el programa Investigación X, que conducía Néstor Ibarra. Allí, Toni Del Cerro realizó un auténtico elogio de la picana, analizó sus virtudes a la hora de interrogar, describió el modo de utilización y sus efectos sobre el cuerpo. Fue un verdadero canto a la eficacia. Sin embargo, a un conocedor como él no le hicieron falta los 220 voltios en el 2003, al anularse la ley que lo había beneficiado.
Al prestar declaración indagatoria no ahorró detalles y mucho menos nombres, los nombres de quienes habían sido los escalones superiores de los campos de exterminio, sus mandantes. Los antiguos jefes agradecieron la atención y establecieron alrededor del policía una virtual zona de exclusión. Para ellos, se había convertido en un “buche”; Colores era un traidor. Quizás al agente de Inteligencia Del Cerro no le preocupaba en exceso el desprecio de sus viejos amigos del club de la picana. Lo que más le dolía a Toni era que el procesamiento hubiera desencadenado su expulsión del club de tenis. El año pasado solicitó la excarcelación. Los camaristas Martín Irurzun, Eduardo Luraschi y Horacio Cattani la denegaron por tratarse de “delitos de lesa humanidad, repugnantes contra la conciencia universal”.
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