EL PAíS • SUBNOTA
› Por I. H.
Desde La Haya
“Fue de muy mal gusto. A mí me golpearon esas palabras”, gruñó Juan Carlos Vega, abogado por Entre Ríos. En las escalinatas del Palacio de la Paz, con un colchón verde y de flores rojas de fondo, el jurista ponía en palabras el malestar que causó en toda la delegación argentina que el líder del grupo uruguayo, Héctor Gros Espiell, dijera ante la Corte Internacional, el primer día, que en su país no hay corrupción. “Es como si nos acusara de corruptos a nosotros”, tradujo Vega. Otro factor de irritación fue la referencia en ambas audiencias a los “perjuicios ocasionados” por los cortes contra las papeleras en los puentes internacionales. “No es un tema de este juicio. ¿Qué tiene que ver con la violación al Estatuto del Río Uruguay?”, planteó Susana Ruiz Cerutti, cabeza del equipo argentino.
“Yo no dije que en Argentina hay corrupción. Afirmo con orgullo que en nuestro país no hay una corrupción generalizada. Saquen sus conclusiones”, respondió Gros Espiell, embajador uruguayo en Francia, consultado por un grupo de periodistas. En cuanto al bloqueo a los puentes, sostuvo que “los cortes de ruta son violaciones al derecho internacional, por lo tanto, son materia de competencia de esta Corte. Los incluimos en nuestra exposición porque se violó el derecho a la comunicación entre dos Estados”.
“Las obstrucciones a los puentes causaron pérdidas por 400 a 500 millones de dólares”, dijo en la audiencia de ayer el jurista norteamericano Paul Reichler. “(Tabaré) Vázquez acordó con (Néstor) Kirchner en Chile que la detención de las obras por noventa días estaba sujeta a que se levantaran los piquetes, que siguieron. El gobierno argentino no hizo nada por abrir el paso”, cuestionó. Ruiz Cerutti contrapuso: “Ese tema ya está, por una denuncia de ellos en el tribunal del Mercosur, sería grave que dos tribunales internacionales estuvieran resolviendo lo mismo”.
Las asperezas no quedaron ahí. En su discurso del primer día en la Corte, Gros Espiell hizo una fuerte defensa de la vigencia y el respeto a los derechos humanos en su país, frente a la imputación que le hace Argentina de violarlos con la instalación de las pasteras, al afectar el medio ambiente, las actividades productivas y la salud. El problema, apunta Vega, es cómo lo dijo, comparando a los dos Estados. “El mensaje fue que ellos respetan los derechos humanos pero no los proclaman”, sostuvo el jurista cordobés. Por lo bajo, algunos de sus colegas recordaban que Uruguay no tiene una ley que persiga esos delitos y carga con cuestionamientos por el perdón a los militares.
En la delegación ayer prevalecía la sensación de que Uruguay estaba jugando sucio, que se acentuó cuando durante las réplicas Reichler sacó a relucir que Marcelo Kohen, uno de los oradores por Argentina, había publicado durante el verano un artículo en el diario Clarín, que decía que Argentina no tenía que recurrir al tribunal de La Haya, donde ahora se encuentra litigando. Kohen contestó que su “posición no cambió, cambió la situación”. “Escribí eso porque creía conveniente un acuerdo bilateral y un estudio de impacto ambiental. Acá se llegó porque Botnia no suspendió las obras. Además, a mí el gobierno argentino me contrató después”, explicó. Cuando el salón estaba casi vacío, Reichler le fue a pedir perdón.
Ruiz Cerutti cantó “bingo” cuando descubrió que sus oponentes incluyeron en la réplica documentos que habían presentado fuera de término, a último momento, “a sabiendas de que no los podríamos contestar”. “Nos sorprendió y vamos a reclamar ante el tribunal”, dijo. Así las cosas, cuando llegaban las cámaras de televisión, los funcionarios de ambos países reivindicaban “la hermandad permanente”. A pocos metros, en la entrada al Palacio, la “llama de la paz”, que nunca se apaga, los estaba mirando.
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