EL PAíS • SUBNOTA
El presidente Néstor Kirchner no solicitará un Te Deum para el 9 de julio, luego de la ceremonia sadomasoquista a la que lo sometió el 25 de mayo el cardenal Jorge Bergoglio. El gobierno de Tucumán ha recibido una solicitud de las colectividades musulmana y judía para que en el 190º aniversario de la Independencia se celebre una ceremonia interreligiosa, sin mensajes políticos. Esa sería la única alternativa admisible para el gobierno, que no desea recibir nuevos retos públicos, como parte de una relación de anacrónica asimetría entre un mandatario electo por el pueblo y un dignatario eclesiástico que se cree llamado a fijar rumbos en las cuestiones temporales.
La tensión de la jerarquía católica con el gobierno por este tema ha sido permanente. En mayo de 2004, el Episcopado declaró que era fundamental “la reconciliación en nuestra sociedad, herida por la división y el desencuentro. A los argentinos el pasado nos sigue pesando demasiado”. El entonces vicepresidente 2º del Episcopado, Domingo Castagna, reveló que el plan eclesiástico consistía en promover agitación social sobre el tema. Si la voluntad de reconciliación no nace de los dirigentes políticos, la Iglesia buscará que surja como reclamo del pueblo, dijo. Kirchner, agregó, tiene una “actitud de no perdonar ni reconocer la necesidad de ser perdonado”, y tiende en forma maniquea a “dividir la sociedad entre puros e impuros”. El presidente rechazó ese relativismo moral y replicó que “no se puede construir una sociedad sin justicia, sin verdad y con impunidad. Llegamos a esta situación porque todo se podía perdonar. No importaba lo que había hecho cada uno; en nombre de la reconciliación perdonábamos cualquier cosa”. Pocos días después, durante el Te Deum del 25 de mayo de 2004, Bergoglio sermoneó a Kirchner en la Catedral: “O elegimos el espejismo de la adhesión a la mediocridad que nos enceguece y esclaviza, o nos miramos en el espejo de nuestra historia, asumiendo también todas sus oscuridades y antivalores, con nombre y apellido, y adherimos a la grandeza de aquellos que lo dejaron todo por la patria”, manifestó. Por si quedaban dudas, su vocero, Guillermo Marcó explicó: “Preguntar a quién le habló es casi una obviedad, si tenía enfrente al Presidente y a todo su Gabinete”. El Foro de Generales, el Grupo de Almirantes y el Grupo de Brigadieres Retirados dieron a conocer su adhesión y Mariano Grondona explicó en su columna semanal que Bergoglio se había referido a Kirchner, por su “atención excesiva al pasado”.
El 25 de mayo de 2005, Kirchner eligió conmemorar la fecha patria en Santiago del Estero, cuyo arzobispo Juan Carlos Maccarone predicó sobre las virtudes de la memoria y exaltó la lucha por los derechos humanos, con una referencia a aquellos misioneros que intercedieron por los pobladores originarios. También encomió al pueblo santiagueño por haber exigido justicia y usó la expresión “Nunca más”. Bergoglio hizo saber su malestar por el traslado de la celebración lejos de Buenos Aires. En la Catedral porteña se ofició una misa a cuyo término esposas de militares y militantes de organizaciones que vivaban a Carlos Menem y Cristo Rey cantaron la Marcha de San Lorenzo y criticaron al gobierno.
El 9 de julio de 2005, Kirchner acudió al Te Deum en Tucumán, cuyo arzobispo Héctor Luis Villalba, actual vicepresidente del Episcopado que conduce Bergoglio, lo zamarreó incluso con menos sutileza que el cardenal. Dentro del templo lucían las banderas celestes con una cruz blanca y un sol diseñadas por el ex dictador Antonio Bussi, que los gobiernos posteriores abandonaron pero que los sectores católicos reivindican. A la luz de estas experiencias y visto el mal final del amable Maccarone (apenas tres meses después de recibir a Kirchner fue filmado mientras mantenía relaciones sexuales con un desocupado y la Santa Sede le pidió la renuncia a su diócesis) el gobierno nacional inició una aproximación a Bergoglio. Varios ministros tuvieron encuentros protocolares con el cardenal y el propio presidente le tendió la mano en abril, durante una ceremonia en la iglesia de San Patricio, en homenaje a los sacerdotes y seminaristas palotinos asesinados allí por la dictadura en 1976. Luego de ese encuentro, Kirchner acudió confiado al Te Deum del 25 de mayo, al día siguiente de la reivindicación del terrorismo de Estado en la Plaza San Martín. El presidente del Episcopado lo sorprendió con un agresivo discurso político, en el que repitió el catálogo de críticas de la oposición al presidente, como si formaran parte del Sermón de la Montaña. Según el psicólogo Bergoglio, Kirchner es intemperante y violento por inseguridad de sí mismo; sus miedos le estallarán en agresión, en omnipotencia e improvisación irresponsable; busca enemigos y culpables sólo afuera; practica la exclusión del contrario, la confrontación y el choque, inventa mundos contrapuestos y propone saltos al vacío desde equívocos vanguardismos. También hace leña del árbol caído y consiente el abuso y la corrupción. El gobierno se limitó a interpretar que las palabras de Bergoglio no le estaban dirigidas en especial, pero decidió no ponerse una vez más al alcance del dedo admonitorio del mayor activista político que ha producido la Iglesia desde el retiro de Antonio Caggiano.
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