EL PAíS • SUBNOTA
Cristina Kirchner se disponía a abandonar la residencia del embajador pasado largamente el mediodía. Caminaba saludando a su paso a los invitados, pero antes de llegar a la puerta lateral un custodio advirtió que aún no había medio para trasladarla al palacio de El Pardo. Se detuvo frente a la puerta y al girar su cabeza vio a una preciosa niña en brazos de su madre. “Qué belleza, que ojazos azules”, exclamó la senadora mientras tomaba de los tobillos a la bebita que aún no camina. “Se llama Mar Azucena”, le dijo la joven madre que estaba junto a su marido español y su hermana mayor, también argentina. A Cristina le llamó la atención el nombre, pero antes de que preguntara nada, la joven se presentó; “Yo soy Alejandra, la nieta de Azucena Villaflor, y ella la bisnieta”. El auto ya había llegado, pero la senadora siguió conversando con las descendientes de una de las mujeres más recordadas por haber sido la primera presidenta y fundadora de las Madres de Plaza de Mayo.
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