EL PAíS • SUBNOTA › SOCIOLOGO JUAN PEGORARO
El experto en violencia y delito dice que es “absurdo” vincular el hecho de Belgrano con la inseguridad. Los miedos amplificados y los temores sociales.
› Por Mariana Carbajal
El sociólogo Juan Pegoraro, director de la Revista Delito y Sociedad, vive en Belgrano, a pocas cuadras de Cabildo y José Hernández. Al enterarse de la noticia del atacante anónimo, su primera reacción fue pensar que algún familiar suyo podría haber sido una de sus víctimas, como pensaron muchos porteños. Pero a la hora de reflexionar sobre el hecho, el investigador del Instituto Gino Germani, profesor universitario de Sociología del Sistema Penal, pidió no hacer “un drama”. “Es un hecho absolutamente policial psiquiátrico, que no va a repetirse ni mañana ni pasado”, opinó en un reportaje con Página/12 y consideró “absurdo” vincularlo con la inseguridad urbana. Además, cuestionó el tinte “amarillista” con que algunos medios de comunicación abordaron el tema y aseguró: “Si este hecho sucedía en una villa, no tenía la misma repercusión”.
–¿Cómo analiza el ataque que protagonizó un hombre en pleno centro de Belgrano?
–Entiendo que no es un hecho sociológico. Uno puede relacionarlo con una sociedad violenta, por supuesto, pero no necesariamente: el que disparó es una persona desequilibrada o que se desequilibró. Es responsabilidad de los medios no crear más miedo que el que esta sociedad genera por la desigualdad social y la crueldad de este orden social. El miedo es un elemento muy importante del control social. La persona con miedo es una persona debilitada. Cuando una persona es débil no puede ejercer su ciudadanía. Los medios no deben amplificar este hecho.
–¿Considera que lo han amplificado?
–Cuando insisten en que este hombre está suelto y puede seguir matando lo amplifican. En algunos medios hay un fuerte amarillismo y le han dado una lectura distinta con discursos del tipo: “Fíjense que este gobierno no controla” o “En el lugar no había ningún policía”. En muchos lugares de la ciudad de Buenos Aires no hay policías. Los mismos medios que enarbolan este discurso no relevan situaciones de violencia que suceden permanentemente en barrios marginales. Si este hecho sucedía en una villa, no tenía la misma repercusión.
–Algunos vecinos de Belgrano vincularon el hecho con la inseguridad. ¿Qué opina al respecto?
–Es absurdo. Lo que sucedió el jueves tiene muy poco que ver con la inseguridad. La inseguridad no pasa por ese tipo de hechos, pasa por otras cuestiones: el fenómeno de la exclusión social que se ve por la calle sí genera violencia. A mí me asombra que no haya reacciones más violentas con el 45 por ciento de la población por debajo de la línea de pobreza y estas torres tan ricas que se están construyendo, por ejemplo, en el mismo barrio de Belgrano.
–¿Qué aconseja para salir de la psicosis?
–Se debe pensar que es un hecho gravísimo y doloroso pero absolutamente accidental, que no tiene relevancia social. Como el episodio protagonizado por ese chico Junior (en una escuela de Carmen de Patagones). Son hechos inusuales. No creo que vuelvan a ocurrir mañana ni pasado. Lo que sí es una tendencia son los excesos policiales, la existencia de los desarmaderos de autos. Uno podría pensar que el contexto del menemismo hubiera sido más proclive a desencadenar un hecho como éste, porque había una claudicación moral muy fuerte en la sociedad, cosa que ahora no es tan así: uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con este gobierno, pero hay otro clima cultural. Es más esperable en un contexto de mucha indefensión social. La bronca individual se acerca a este tipo de acciones. También hay que pensar que si la gente compra cada vez más armas, hay más posibilidades de que se usen.
–¿Es lógico que la gente sienta más miedo?
–La gente debe pensar que no tenemos aviones sobrevolando la ciudad de Buenos Aires y bombardeándola. No estamos inmersos en ese tipo de guerra. –El discurso que se ha instalado, de alguna forma, es que cada vez es mayor el riesgo de que un joven de clase media muera violentamente en la calle en un robo, a manos de una patota juvenil y ahora por acción de un loco. ¿Se condicen las estadísticas con esta sensación?
–Por los datos que tengo hay muchos más chicos y jóvenes que son víctimas de la violencia en las zonas carenciadas en manos de otras pandillas, por ajustes de cuentas o por la policía, que en los sectores medios. Y estas muertes ni siquiera aparecen en los diarios o lo hacen con poca relevancia. Son muertes invisibilizadas. Ni qué hablar de las muertes dentro de los presidios, otro fenómeno invisible. Lo que ocurrió en San Pablo, Brasil, hace unas semanas puede repetirse acá: si no cambia la situación carcelaria vamos hacia allá.
–¿Se pueden prevenir hechos como el del barrio de Belgrano?
–No, para nada. Presumo que aun en sociedades antiguas o premodernas podía aparecer una persona con una espada en un mercado y cortar dos o tres cabezas.
–¿Puede generar una reacción de imitación, que otras personas salgan a disparar alocadamente a la calle?
–En ningún caso.
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