EL PAíS • SUBNOTA
Valdo Pomar, Joao Domingues y Flavio Koutzii pertenecen a la conducción del PT brasileño. Antes de la cumbre de Córdoba, pasaron por Buenos Aires y hablaron de Brasil y de la región.
› Por Martín Piqué
Sentados en el bar del hotel Bauen, los brasileños Valdo Pomar, Joao Domingues y Flavio Koutzii se toman un descanso para almorzar. Acaban de participar de la reunión de la regional sur del Foro de San Pablo, aquel encuentro de partidos de izquierda de América latina que surgió en los ‘90 tras los primeros éxitos electorales del Partido de los Trabajadores. Hace unos minutos escucharon el análisis de situación de todos los países del Cono Sur. Cuando llegó el turno de Brasil, Pomar se encargó de hacer el informe. Secretario de Relaciones Internacionales del PT, miembro de la dirección nacional del partido, no se anduvo con rodeos para describir la actualidad política de su país. “Estamos a tres meses de una elección que definimos como muy complicada, complicadísima”, resumió con un fervor que hacía más comprensible su portugués. “Creemos que Lula va a ganar. Pero si hay un segundo mandato de Lula, la derecha va a apelar a formas golpistas, como impulsar el impeachment”, advirtió al auditorio, la mayoría argentinos, aunque también había uruguayos, chilenos y paraguayos.
Pomar, Domingues y Koutzii aprovecharon la cumbre del Mercosur que esta semana se realizará en Córdoba para venir unos días antes a Buenos Aires. En su agenda figura el Foro de San Pablo, en el que como miembros del PT tienen mucha responsabilidad, y un debate con integrantes del Frente Transversal Nacional y Popular, que encabeza el diputado kirchnerista Edgardo Depetri. En la primera charla los brasileños revelaron cuáles son las prioridades para el segundo mandato de Lula: “Más democracia, con mayor participación; más crecimiento económico, con un rol más fuerte del Estado y menos poder del sector financiero; más políticas sociales, cada vez más masivas y con más presupuesto; medios de comunicación públicos, para contrarrestar el peso de los medios privados”, enumeró Pomar.
–Brasil todavía no acordó con Bolivia por el precio del gas. Argentina ya lo hizo y el precio aumentó a 5 dólares el millón de BTU. ¿Qué debe hacer Brasil?
V. P: –Nosotros no hablamos por el gobierno, hablamos por el PT. El Mercosur es un logro del proceso de integración, aunque tiene una serie de imperfecciones. Porque fue concebido en otra época, para otra finalidad, y a medida que en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela llegan al gobierno fuerzas progresistas y de izquierda, buscan utilizar esas herramientas que ya existían para un proyecto más amplio de integración. Hay un punto fuerte para nosotros: la integración no se puede limitar al aspecto comercial. También debe ser política, social, cultural, de infraestructura. En ese marco nosotros analizamos los conflictos. En la región hay gobiernos preocupados por el bienestar de la mayoría de su población. Entonces es natural que al tener modelos políticos, estructuras económicas y legislaciones divergentes haya cierta exacerbación de los conflictos. Pero son solucionables. En el caso específico del gas, Brasil reconoce el derecho del gobierno boliviano a nacionalizar sus riquezas naturales. ¿Cuál es nuestra preocupación? Que haya un acuerdo que garantice a Bolivia vender su producto de la forma que le parezca adecuada, y que sea posible a Brasil recibir un producto a precios y condiciones adecuadas.
F. K: –El hecho ya tiene un par de meses y hay cosas que no son opiniones sino hechos. Nuestra simpatía, como PT, por el gobierno boliviano, por sus iniciativas, es clara e indiscutible. En otro nivel, también valoramos mucho la actitud del gobierno brasileño frente a la decisión de Bolivia. Si el gobierno no hubiera tenido un grado importante de madurez y de capacidad de resistir a una especie de oleada inmediata, inducida por la derecha, que fue una nueva cruzada nacionalista contra el gigantesco “enemigo” que sería Bolivia, habríamos caído en la trampa.
–En la cumbre del Mercosur en San Pablo, la prensa brasileña, incluso sectores de la Cancillería brasileña, le reprochaban a Kirchner no haber apoyado más a Brasil en esta cuestión bilateral con Bolivia.
V. P: –La prensa brasileña, de manera general, sólo tiene buena voluntad cuando se trata de integración con los Estados Unidos. Cualquier otra es motivo de críticas. Yo nunca escuché a ninguno de los integrantes de la Cancillería brasileña críticas al gobierno argentino por cuenta de una supuesta falta de apoyo en la cuestión del gas. Por el contrario, tanto Kirchner cuanto Tabaré como Hugo Chávez tuvieron una actitud constructiva para buscar una concertación en torno del tema. Mi impresión es que ese tipo de crítica nunca existió. Que son una invención de sectores de la prensa brasileña.
–¿Existe algún riesgo político con el ingreso de Venezuela al Mercosur?
V. P: –Quiero separar la respuesta en dos puntos. El primero es muy simple. El Mercosur gana con la entrada de Venezuela. Gana mucho. Segundo punto: la actitud de copiar modelos siempre estuvo presente en América latina. Algunos años atrás muchos partidos de izquierda veían como modelo a adoptar en sus países al modelo brasileño, a partir del PT. De disputa de elecciones, de ocupar espacios de gobierno, pero si copiaron íntegramente ese modelo fue un error. Hay una natural tendencia a buscar estudiar experiencias de otros países y eso es bueno. Pero está el riesgo de que esa búsqueda se transforme en copia de modelos, y eso es malo. Nosotros apoyamos y somos solidarios con procesos que están en curso en países como Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina y otros, pero eso no implica concordancia absoluta. El hecho importante es que Venezuela aporta económica, social y políticamente mucho al Mercosur.
J. D: –No hay una posición del gobierno brasileño de disputar el liderazgo en este proceso de integración. Hay una postura muy clara de respetar las diferencias de cada proceso en cada país. El Mercosur gana con la entrada de Venezuela. No va a haber integración latinoamericana si no se cambia la integración original, realizada a partir de una visión neoliberal.
–Cuando el progresismo llegó al gobierno en el continente, además de un nuevo rumbo económico y social, también había propuesto una manera más honesta de hacer política. ¿El PT logró ese objetivo? Más allá de los intereses de la prensa al revelar los escándalos de corrupción, ¿hasta qué punto eso puso en contradicción al PT con su propia base?
F. K: –La pregunta está bien formulada. El tema es un tema de dimensión política y no apenas de comportamiento individual. El PT siempre apostó por un modelo de construcción basado en un comportamiento ético distinto al de los patrones clásicos de financiamiento y cambios de favores de la política tradicional. Aunque cueste mucho, hay que reconocer que la llegada al poder de un país como Brasil –que dicho sin chauvinismo es la décima economía del mundo y un país enorme– en las condiciones en las que llegamos, con una ya previsible minoría en el Congreso (100 sobre 500 diputados federales), significó un desafío. Frente a ese desafío, sectores mayoritarios de la dirección partidaria pusieron en marcha ciertas prácticas que ya debían existir en forma más chica en el pasado. Pero que acaban tomando una dimensión grave y dramática, que desde nuestro punto de vista merecen más que la simple consideración de que fueron “errores”. Se actuó como si esas prácticas fueran la única forma de estar a la altura, desde el punto de vista material, para que un partido pueda comandar el país. No solamente fueron errores, sino el fruto de un método, entendido como soporte estratégico para mantener nuestra gravitación.
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