Dom 08.10.2006

EL PAíS • SUBNOTA

Misiones, una excepción

› Por M. W.

El presidente Néstor Kirchner lee al obispo Jorge Bergoglio como un postulante a encabezar la oposición política. Tal vez lo sea, tal vez sea algo un poco peor, la avanzada contra alguna de las estimables conquistas del sistema democrático.

El Presidente, además, se cree discriminado negativamente por la cúpula eclesiástica, comparado con la dictadura militar o Carlos Menem. En general, tiene razón. Sin embargo, Kirchner abusa de sus esquemas binarios cuando se refiere a la elección de Misiones. El hecho de que Piña encabece la lista opositora no homologa a la Constituyente provincial con una lid entre los defensores de los derechos humanos (encarnados en el oficialismo nacional y provincial) y la jerarquía de la Iglesia Católica que acompañó a la dictadura. Antes bien, Piña representa cabalmente al sector más progresista y comprometido de la Iglesia. Podrá discutírsele qué tal le va en su controversia interna pero no la autenticidad de sus posiciones.

A su vez, Rovira es un emergente del quedantismo del sistema político. Muchos gobernadores afines al Gobierno buscan la reelección indefinida, revelando la precariedad de sus armados políticos y reprisando una mala praxis del menemismo. Los kirchneristas que supeditan esas jugadas al fuego purificador del voto popular deberían percatarse de que están repitiendo casi textualmente los alegatos del pensador republicano Alberto Kohan.

Kirchner suele quejarse de no tener enfrente a una derecha democrática apta para gobernar. Si a la palabra democrática se le adicionan unas comillas preventivas o se le anteponen los prefijos “filo” o “semi” podría sugerírsele que esa derecha integra su coalición. La componen la mayoría de los gobernadores que tanto agradan al Presidente. Conservadores, defensores de los intereses locales más enquistados, aliados de los explotadores de los trabajadores zafreros o viñateros, remisos a la participación popular, al diálogo, aristocratizantes en su estilo de vida, enemigos de los sectores progresistas de sus sociedades. Algunos buenos administradores, conocedores de sus territorios, hábiles en el manejo del asistencialismo, renuentes a toda forma de accountability social o del Estado nacional.

Rovira, un caso entre tantos, ha conseguido coaligar en su contra a casi todas las organizaciones de la sociedad civil misionera. Es una suerte de milagro por inversa aglutinar a la CGT, a la CTA, a las comunidades de base cristianas, a grupos protestantes, a Ramón Puerta, el radicalismo y a pequeños partidos de izquierda. No es una coalición perfecta y el obispo, si quiere ser fiel a la verdad, debería evitarse elogiar a un personaje tan oscuro como Puerta. Su entente es, pues, un híbrido entre lo rescatable y lo peor de Misiones liderada por un referente digno.

De la alianza de Rovira no puede decirse lo mismo, lamentablemente.

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