EL PAíS • SUBNOTA
“El hombre del Presidente en la calle”, tal como lo definió el dirigente socialista Hermes Binner, nació el 27 de enero de 1957. Su padre había sido delegado gremial de Luz y Fuerza, su mamá: modista. Este hijo de una familia de cuño peronista y católica de La Matanza hizo el secundario en Haedo, donde se llevó una sola materia a diciembre. Apasionado por la historia, Luis D’Elía entró en el profesorado para la enseñanza elemental en el Instituto Superior Manuel Dorrego, mientras tanto daba sus primeros pasos en la militancia social en las villas Manzanares y Los Pinos, en La Matanza. En ese momento, el maestro primario pertenecía al Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), comandado por el Premio Nobel de La Paz Adolfo Pérez Esquivel. En 1986 se hizo conocido cuando condujo la toma de tierras fiscales por parte de indigentes en Isidro Casanova, Laferrère y Ciudad Evita: la ocupación ganó 200 hectáreas, donde se asentaron 4000 familias.
Consecuente con su lucha, se fue a vivir con su familia a los terrenos que había tomado. Allí armó su casa, que comparte con su mujer, Alicia Sánchez, y sus cinco hijos, uno de ellos bautizado bajo el nombre de Luis Ignacio, en honor al actual presidente brasileño e histórico dirigente del PT. El primero de los asentamientos fue un barrio conocido como El Tambo, luego vendrían el Tambo II y III, con un programa de autoconstrucción de viviendas que alojó a quienes sobrevivían en márgenes como la bodega Giol, debajo de la autopista o en el puente de Córdoba y Juan B. Justo. Por esos años, fue vicepresidente de la Democracia Cristiana en la provincia de Buenos Aires y director del Consejo de Educación (durante la gobernación de Antonio Cafiero).
En los noventa, D’Elía se opuso al menemato y fundó la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), que luego se integraría a la CTA, en cuya conducción participó hasta la elección de la semana pasada, donde fue excluido de la lista oficial. En 1997, organizó el primer acto masivo del Frepaso en La Matanza, con Mary Sánchez y Chacho Alvarez a la cabeza, en momentos en que sólo Eduardo Duhalde o Alberto Pierri podían hacerlo. “Vinieron (los piqueteros) aunque diluviaba y no había nada de comer. D’Elía es un orador magnético”, contó Carlos Auyero, quien lo conocía desde los tiempos en que militaban en la corriente Humanismo y Liberación de la Democracia Cristiana. Ese mismo año participó en la ocupación del Santuario del Sagrado Corazón, donde durante 20 días reclamó por planes de empleo, alimentos y remedios. La visibilidad tuvo sus frutos: al poco tiempo fue elegido concejal. De allí pasó a la Legislatura. 39 mil votos lo convertirían en diputado provincial por el Polo Social, liderado por el padre Luis Farinello. Desde su banca criticó con saña a Eduardo Duhalde, desde la ruta bloqueó al “gobierno” de Fernando de la Rúa, desde la galaxia K se dio el gusto de criticar al ex ministro Roberto Lavagna, horas antes de que se le pidiera la renuncia. Nunca le falló el olfato: fue él quien acercó a Kirchner al socialista cocalero Evo Morales, antes de que el dirigente boliviano fuera presidente.
En estos últimos años, el subsecretario de Tierras para el Hábitat Social protagonizó hechos políticos que se transformaron en fuertes debates mediáticos, como la toma de una comisaría en la Boca tras el asesinato de uno de sus militantes, la apertura de las tranqueras que bloqueaban la ruta que atraviesa un campo del empresario norteamericano Douglas Tompkins en Corrientes y la contramarcha a la convocatoria de Juan Carlos Blumberg.
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