Lun 18.12.2006

EL PAíS • SUBNOTA  › EMITEN UN DOCUMENTAL SOBRE EL JUICIO A ETCHECOLATZ

“Pare de recordar, López”

› Por Mariano Blejman

“Basta, López, pare de recordar, pare de recordar”, le pidió el juez Carlos Rozanski a Jorge Julio López, actualmente desaparecido, testigo fundamental en la causa que condenó a reclusión perpetua al ex comisario Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la última dictadura militar. Es que el testigo López estaba recorriendo la Brigada de Avellaneda, el centro clandestino donde estuvo detenido y fue torturado, y no paraba de dar detalles sobre cada uno de los espacios que iba recorriendo. La frase de Rozanski funcionaba con cierto tono cómplice, aunque, en verdad, lo que estaba pidiendo era que López le diera un poco de tiempo para que llegara el secretario, que se había quedado rezagado. Las fuertes imágenes –inéditas hasta esta noche– forman parte del documental Un claro día de justicia que Canal 7 emitirá hoy a las 20, al cumplirse los tres meses de la desaparición de Jorge Julio López, y que fue dirigido por Ana Cacopardo e Ingrid Jasckek.

Con esa sensación de lejana cercanía se recorren las apariciones de López en el documental, cuyo eje está centrado más bien en el juicio a Etchecolatz que al rol del testigo que hoy se encuentra desaparecido. Y, aunque el eje es ése, resulta inevitable no reparar en los dichos de ese albañil de manos temblorosas, andar sereno y capacidad para recordarlo todo. Pero esa verborragia tenía que ver con el escenario. O, como explica Ruben, su hijo: “El nunca nos contó de eso. Supongo que por protegernos, porque mi vieja había sufrido durante tres años. Fue como un pacto tácito en donde él no contaba, pero nosotros tampoco le preguntábamos”. La cara del hijo de López se haría mediáticamente conocida unos días después.

El mismo Rozanski reconoce en el documental que lo de López fue un testimonio sin especulaciones. “La intensidad, la falta de freno para contar que tuvo López, sólo la tienen los chicos y las personas que han vivido situaciones tan traumáticas, que han viajado tan lejos en el dolor, que no están comprendidos por la especulación.” En el recorrido, distintos testigos de lo que se conoce como el “Circuito Camps” van describiendo lo que vivieron e intentando reconstruir un período en el que los ojos desorbitados de Etchecolatz decidían quién vivía y quién no. También hablan para el documental Nilda Eloy, ex detenida-desaparecida, que fue torturada cuando tenía 19 años; Chicha Mariani y Mariana de Marco, hija de desaparecidos, que escuchó en palabras de López cómo fueron asesinados sus padres Patricia Dell’Orto y Ambrosio de Marco.

No deja de ser escalofriante, casi sobre el final, el momento en que el represor Etchecolatz pide hacer uso de su “última palabra” y se despacha con una evaluación que intentaba encauzarse en la línea que marcó el almirante Emilio Massera en el Juicio a las Juntas, allá por 1985. Pero Etchecolatz tiene un lapsus: “Perdimos la guerra militar.... perdón, perdón, ganamos la guerra militar y perdimos en el ámbito político”. Y después de eso, Etchecolatz hace una declaración amenazante. “Por último, señor presidente, tómelo no como una irrespetuosidad: no es este tribunal el que me condena, son ustedes los que se condenan”, dice ante el silbido generalizado. “¿Quién puede creer que ese viejito sea capaz de hacer algo a esta altura de su vida?”, se preguntaba el abogado defensor. El día de la sentencia, el día en que López hubiese visto el fruto de su memoria consumada, el día en que la Justicia incluía el concepto de “genocidio” a la hora de condenar a Etchecolatz, aparecían en la sala los primeros cartelitos de “Aparición con vida de Jorge Julio López”.

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